“Sin embargo, todo siempre termina igual: llega el éxito y uno le vende los derechos a McDonald’s”
Carlos Piegari
Carlos Piegari
Las últimas veces que ví a Banksy se me rompió algo dentro, como si en el camino se me hubiera caído la risa: desde la primera vez que ví uno de sus graffitis hasta que leí un post de Hooper escrito por un amigo se produjo la caída; y lo volví a mirar, un poco más de reojo, no tan de frente.
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La primera vez que ví a Banksy me hizo reír, me entretuve y consideré que los graffitis que hacía lograban de alguna manera un cometido mayor que cualquier ensayo de crítica social, pero no lograba llegar más allá de lo que me provocaban a primera vista: una sonrisa… y a veces indignación. Sin embargo, ayer eso dio paso a la desazón.
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Y no voy a referirme a su aparente contradicción entre su ideología en cuanto obra y lo que hace en su vida – ha vendido diferentes obras en subastas en las que ha alcanzado altos precios, ha trabajado para la marca Puma y MTV, como también lo ha hecho para Greenpeace-, ni menos en su recepción.
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…Pero hay que partir necesariamente, en su obra, por lo primero y más evidente: la carga de ironía y crítica que hay en sus obras, ya que cada una de ellas se inserta no sólo en lo que podríamos considerar un arte anárquico, sucio, de crítica social, político y políticamente incorrecto, sino también como un arte que huele a sublevación, una nueva vanguardia, si se quiere, pero hasta ahí llega el manifiesto y la forma.
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Porque todos nos podríamos reír con Banksy o mirar sus obras y pensar “eso me lo llevo puesto, lo imprimo en una polera –camiseta, remera o franela- y lo uso en la playa”. Es que parecen originales, parecen una humorada. Como si los dibujantes de viñetas de los diarios se hubiesen escapado de los periódicos y se hubiesen puesto a pintar en la calle.
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La segunda impresión que puede causar es sorpresa. Porque interviene el material con el que trabaja. Como decía en un post anterior, hoy ha desaparecido el “Oil on Canvas” como soporte principal de los pintores o dibujantes y se ha extendido a todos los soportes, y en este caso el soporte es la ciudad, o más bien dicho, la urbanidad, como construcción humana opuesta y superpuesta a la naturaleza. Pero no sólo eso, sino que, además, interviene justamente su soporte, del que saca partido como en las imágenes que se muestran a continuación.
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Utiliza la misma cuidad como parte de la obra, como si ella misma le diera la excusa para interactuar ahí, en medio de todo, para que también la gente interactúe con su propia obra, un arte no de intelectuales sino un arte de a pie. Y es por eso que tal vez que su arte sea considerado anarquista, porque interviene el orden de la ciudad, como si quisiese mostrar el caos permanente en el que vivimos, disfrazado de un orden feroz. Una cárcel disfrazada de libertad.
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Pero puede también que su anarquía sea considerada tal por sus problemas con la autoridad: un graffitero trabaja de noche a escondidas porque lo que hace esencialmente es algo así como la remodelación de la propiedad privada para el uso de una expresión identitaria –justamente juega con la expresión de lo identitario y lo privado, cubriendo su rostro y tratando de que toda su obra sea colectiva, no sólo en su creación, sino también tratando de eliminar su propiedad, más allá de su pseudónimo, toda su obra… entregándola a la gente- o, en otras palabras, la destrucción de la propiedad privada o pública por un acto vandálico. Lo que ocurre es que en el arte rupestre esa expresión no tenía que ver con la propiedad pública o privada, sino solo con la expresión de lo que se veía o sentía porque no había modo de hacerlo de otra manera, más que en las piedras, paredes de cuevas o la tierra. Hoy, sin embargo, no hay otra manera para quien no tiene recursos ni mucha educación, que acceder a un “Oil on Canvas” en el suelo o en cualquier pared. Así, el graffitero tendrá que trabajar siempre de noche, enfrentando a la policía o cualquier autoridad que lo quiera enfrentar, y de ahí, quizás las figuras de autoridad y de anarquía que aparecen en sus obras.
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Ahora es el turno de la crítica social que pareciera ser el fin último de la obra de este autor, porque aquello que los graffitis de Banksy tratan de mostrar tiene que ver, en muchos sentidos con la decadencia de la sociedad en que vivimos. Y aquí, no hay mucho más que decir, es preferible ver sus obras...
http://www.banksy.co.uk/
(Continuará...)
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