miércoles, 23 de marzo de 2011
Sindrome Cobain
Primero que todo, debo pedir disculpas a mis lectores asiduos y a los que pasan a ver las imágenes, se las roban y se van, porque he cortado la serie que correspondía y he pasado a otro tema, esto de ninguna manera significa que deje la serie de lado, sino más bien, profundiza en el conocimiento de la misma. Pero dejémosnos de rodeos y vamos al grano.
El título de la entrada no tiene nada que ver con el suicidio de Cobain -al menos no en primera instancia-, no es una enfermedad no descubierta, ni siquiera se sabe a ciencia cierta si es que en realidad era una enfermedad o una forma de vida que induce una y otra vez a circulos viciosos continuos.
Cierto, todos vivimos en constantes circulos viciosos, de una u otra manera: la rutina, el trabajo, las vacaciones, los días de la semana, los años, los demás; y cuando salimos de uno de estos círculos entramos en otros, más breves o más cortos, pero igual de centifugos.
Cobain vivió eso como un dolor de tripas. No es, evidentemente, que pusiera todas sus tripas en sus presentaciones o que en sus canciones se desangrara siempre, en sentido metafórico o metonímico si se quiere, sino que cantaba como un vómito del alma: Cobain literalmente vomitaba sus canciones -muchas de ellas se inspiraron en sus vómitos-, les dedicaba canciones a sus vómitos de sangre, a la sangre rodeada por mierda que quedaba flotando en el baño.
Normal. A casi todos les pasa alguna vez, eso de estar en el fondo del baño esperando desangrarse. No es ninguna maravilla, no se necesita ser una estrella del rock ni un retardado mental para sufrir una enfermedad del tracto digestivo, pero seguramenete la mayoría de nosotros hacemos canciones de eso.
Generalmente entendemos este hastío del grunge/garage de Seattle como la expresión de una juventud nihilista o existencialista: la importancia del vivir o no y para qué. En realidad, a lo que le cantaba Cobain era al dolor de panza, a las tripas literalmente destripadas, que todos lo vieran como otra cosa es problema de los demás.
En este punto es imposible no recurrir a Braveheart, pensando en cómo William Wallace es capaz de gritar FREEEEEEEDDDDDDOOOOOOOOOMMMM!!!! mientras el verdugo lo destripa. El despliegue de coraje hace que cualquiera con corazón suelte una lágrima, más todavía cuando desde la torre lo escucha la mujer que lo ama. No quiero pensar en el personaje histórico Wallace, prefiero pensar en Cobain y en su sindrome, que quizás también podría ser el sindrome Gibson, pero con una diferencia: Cobain sentía que se moría porque quizás tenía un caso agudo de cólon irritable que necesitaba algún tipo de paliativo, el problema es que el cólon solo necesita de algunos antinflamatorios que lo alivian parcialmente, el alivio total de esta enfermedad viene por la felicidad y la despreocupación. Por su parte, Gibson, solo pensaba en la representación dramática de la muerte de un héroe escocés que no alcanzó más que una vida pírrica en la realidad, pero que se transformó en una especie de animal mitológico medieval. Aunque los dos gritaban su destripamiento al mundo.
Así, la depresión de Cobain tenía un origen anatómico: calza perfecto con sus vómitos y diarreas, con su colon irritable y, luego, su adicción a la heroína como alivio de ese mal: "si ya parezco un Junkie, pensaba, por qué no serlo completo si me alivia". El circulo vicioso se va cerrando hasta convertirse en un punto negro que es fácil de sacar con cualquiera de esas banditas anti puntos negros. Todos los circulos viciosos se cierran, todos los puntos negros desaparecen -aunque la ley de Lavoisier diga lo contrario-, y toda la naturaleza continúa sin nosotros. El único problema que nos queda por solucionar es el problema metafísico, ese de cuando nos preguntamos cuándo vamos a cerrar este círculo -sea a lo que sea que esa pregunta se refiera- que nunca terminamos de cerrar.
El sindrome Cobain, entonces, se entiende como los circulos viciosos que llevan a suicidio que seguramente nos llevará a otro circulo vicioso.
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