Se acaba un año y como todo fin de año se empieza a hacer un recuento de las noticias más importantes, lo que ha sido historia; las muertes más importantes –pobre Michael, tiene más millones que antes, pero no lo sabe ni lo disfruta-; las películas más importantes; los discos del año; el artista del año. Si además de eso agregamos un final de década la cosa se hace imposible o se ponen números… los 10 más, los 50 más, los 100 más… pero los criterios nunca son parejos – y no tienen por qué serlos- y como en todo ranking hay cosas que quedan fuera.
Dentro de toda esta maraña de criterios, los rankings musicales, desde los que organizan el pop o el main stream hasta los más independientes, me han dejado anonadado porque la mayoría suele dejar fuera, en muchos casos, incluso aquello que deberían alabar.
En lo personal podría elaborar un ranking, definir criterios, establecer límites y sin duda aparecería alguien como yo que agregaría y quitaría cosas, que putearía el post… and so on. Así que solo trataré de dar un poco de relevancia vanguardista a un par de bandas y una solista que me volaron la cabeza por lo que ellos implicaron en la década pasada.
Dead can Dance
Ortega y Gasset proclamó hace casi un siglo que la novela había muerto. Lenny Kravitz y Marilyn Manson, entre tantos otros, le cantaron a la muerte del rock y Bowie que sigue escondido por ahí –o camaleonicamente encubierto-. Así las cosas, las renovaciones del rock van lento, y más allá de las bandas que toman elementos del pasado y los actualizan de diferentes maneras, o que hacen un revival bien hecho de décadas pasadas, cuesta encontrar sonidos que mezclen peras con manzanas y suenen bien.
En general en esta década hubo muchas bandas que lo hicieron muy bien en cuanto pequeños aportes y renovaciones, pero cuando se necesitó aire fresco en el Rock Pop, hubo en esta década dos bandas, entre muchas, que realizaron un giro nuevo en este espacio, y fueron Franz Ferdinand y The Arctic Monkeys.
Los primeros cambiaron la forma de bailar el rock, añadiendo a riffs potentes y marchas un toque dance a los temas. Aunque muchas veces antes se ha hecho algo parecido, el contraste entre las interpretaciones instrumentales y los cambios de ritmo o quiebres en las canciones llaman la atención.
The Arctic Monkeys (en la foto)podrían hacer entrar la velocidad del punk y lo duro de sus riffs a una disco, exagero claro, pero la velocidad un poco californiana, con un sonido muy inglés dejaron a mis oídos un poco perplejos.
Del otro lado del atlantico no puedo dejar de lado a Yeah Yeah Yeahs, entre otros, pero puede que aunque sean nuevos e interesantes, no plantean una incisión tan profunda en el main stream como los dos mencionados anteriormente, sino que plantean un giro en la música más bien independiente, desde mi perspectiva.
-Look inside your tiny mind-.
Me encanta, por otro lado, que la música en cuanto letra sea dura, ruda, potente, polémica y políticamente incorrecta, es lo que hace al rock y a la música popular lo que es hoy en día.
Lily Allen, de acuerdo a la estética musical y visual, debiese ser una solista nice & cute, inocentona, algo parecido a los inicios de Britney; sin embargo, la música de melodías dulces se mueve en dirección contraria a una letra tan sugerente como un recto a la quijada. Este contraste logra resaltar la letra, haciéndola más corrosiva que cualquier solista ruda, políticamente incorrecta.
Hoy me refresqué un poco con esta música del pasado. Puede que ellos sigan o sólo se hayan quedado atrás, lo importante es que mucho de lo que hicieron quedará más allá de estas letras u otras más.
lunes, 28 de diciembre de 2009
lunes, 21 de diciembre de 2009
Ya no importa Warhol.
Cuando conocí a Warhol estaba en el colegio, estaba viendo un documental acerca de él y tenía algo así como trece años. Hasta ahí me habían enseñado que si no lo había pintado Da Vinci o Raphael, que si no lo había esculpido Miguel Ángel no era nada apreciable en el arte y el arte era entendido como plástica… lo demás era literatura, danza, teatro, etc.
Lo que Warhol hacía, para la mayoría de mis profesores en esa época, eran idioteces, garabatos, cultura pop desechable, en suma galimatías de antología y sigue siendo así.
Hay que entender el contexto primero: yo estaba creciendo con profesores que se encontraban recién saliendo de –o tratando de quedarse en- la dictadura de Pinochet, que habían sido formados en ella y que en mucho casos, si no estaban de acuerdo con ella, por lo menos tenían que aparentar que estaban de acuerdo, y ahí el arte era el arte de lo clásico decimonónico, positivista, estructuralista, ojala de una escuela no muy Marxista.
Entonces crecí pensando que no se podía hacer nada más que no fuera un arte “oil on canvas”, y que todo en la pintura era repetir y repetir y repetir. No entendí a Warhol.
Hace años salí del colegio y entré a estudiar literatura. Ahí, entre otras hierbas leí “La deshumaniación del arte”, “El arte en la época de la reproductibilidad técnica”, “la angustia de las influencias”; escuché a la Velvet, a Bowie, mastiqué bien a The Beatles, el “Pet Sounds”, Sonic Youth, Pixies, y quise que alguno de los grandes dibujantes de Batman –como Jim Lee- hiciera un “oil on canvas” de Batman, que nadie más pudiera repetir: un original. En ese momento creí entender algo de Warhol. Creí entender a la culturar pop y que podía ser pop art, que el arte podía ser y era para las masas.
El arte puede ser un Rady Made como Duchamp, partiendo de materiales construidos, sin embargo Warhol lo lleva un nivel más allá, logrando que el diseño para las masas sea el arte, que la ironía sea pop…ular que se refleje la sociedad como un espejo que no refleja una masa de gente sino a toda la gente al mismo tiempo, a todos los consumidores de sopa “Campbell's”. Esta gente como masa, como sociedad, como ironía o como reflejo vivo se encuentra a través de un diseñador, de un gerente, de los dueños de un capital, de cultivadores, de químicos, que son consumidos por ellos mismos: “Campbell's”, “McDonald's”, “Wendy’s”, Batman, Britney, Radiohead, Nike, Sudáfrica 2010… y la vorágine artística podría seguir. Pero Warhol ya perdió el norte, porque ya conocen su truco y los diseñadores y las empresas juegan con él. Entonces, como ya dije, soñé lo opuesto, que alguien como Jim Lee hiciera un original de Batman y lo encontré, pero de otra manera, lo encontré en los grabados de Loro-Coirón y en algunas viñetas de Montt –sí, el mismo, Alberto Montt , en dosis diarias y solo ahí-.
El impacto de Loro-Coirón (Thierry Defert) fue colosal. Eran como comics, eran como el humor gráfico de los periódicos, con líneas simples, pero en grande, eran grabados, eran únicos e irrepetibles, pero tenían la forma de un comic que mostraba cómo era Valparaíso, como vive la gente ahí. Era una realidad animada, “oil on canvas” en la época de la reproductibilidad técnica. No es la deshumanización del arte, es la rehumanizazción de la caricatura: ya no exagera, no la imita, no la abstrae, la muestra como un espejo que solo deja pasar algo de lo que ve, como un lente que se enfoca como se debe enfocar para mostrar lo que quiere mostrar. Obtuso, puede ser, pero lleno de retratos verosímiles.
Por otro lado, y casi al contrario está Montt, aquel que con comics subidos a Internet nos hace reír casi todos los días con alguna viñeta interesante, con la sátira, la ironía, la burla, llevado a extremos brillantes: humor literal aburrido; humor negro descarnado; humor agudo y grave que a veces roza lo conceptual, que juega con ciertos límites de la palabra dicha como palabra-imagen sin tener letras –cuestiones semiológicas tan aburridas como este post- pero que van más allá a veces del simple divertimento. Sencillas, entendibles y reproducidas al infinito como las imágenes que de él dejo en este post.
Con esto, sin embargo, no pretendo canonizar a Loro ni a Alberto, sino que siento que se cumple el sueño del arte en la época de la reproductibilidad técnica, y más importante aún, sin “oil” ni “canvas”.
Una selección de Loro-Coirón en la Biblioteca Nacional (Santiago de Chile):
Una selección de Montt... Alberto Montt:
Todas en www.dosisdiarias.com
sábado, 15 de agosto de 2009
Dr. House: The pain is in the house
(Piloto)
Capítulo II: God, Part II
Bonus track: ¿A nadie le provoca la impresión de que House podría ser Chinaski?
- Doctor, me trajeron acá a la fuerza –dice Chinaski sin abrir los ojos-, por eso pudieron traerme. ¿Cuánto necesita para soltarme? –le dice a House mientras se busca la billetera.
House lo mira con el ceño fruncido.
-¿Quién le dijo que era médico?, además la billetera que busca se la llevó la mujer que lo trajo.
-Mierda.
-Sí. A las mujeres no suelo pagarles… mucho.
- Yo tampoco… Mentira… ¿Tiene un trago?
- No, no tomo cuando conduzco ni usted cuando tiene paros cardiacos.
- ¿Qué auto tiene?
- No tengo y mi moto ya no existe. En todo caso los dos son como las mujeres, cuando inviertes en ellas se mantienen bien, cuando no, nos montamos encima y nos matan. La tuya te robó y estuvo a punto de matarte.
- Sí, pero el corazón todavía me funciona.
- Pero hay cosas que ya no funcionan, y si sigue con esas líneas y mujeres, no te quedará mucho corazón. Además por hoy se queda internado, así dijo la enfermera.
- Qué mejor que morir con un poco de coca y una mujer encima
- Vivir para tener más mujeres encima y morir habiendo tenido muchas mujeres buenas y no pagar nada… o pagar poco. Disculpe a veces la sabiduría y algunos idiotas me cansan.
- ¿Mal día?
- No. Pacientes.
Si uno va al hospital sin estar enfermo es para ver sufrimiento, va a ver sufrir a cada una de las personas que se encuentran ahí o, más bien dicho, a los pacientes, porque hace tiempo –o desde siempre- los médicos son la extremidad dormida de todos nosotros. Así las cosas me llama poderosamente la atención House.
Dr. House ¿Es la típica serie de médicos? En ella, sin duda, hay un grupo de trabajadores de un hospital que se ve relacionado de manera profesional y emocional, como una oficina en que el efectismo está a la orden del día: por los pasillos siempre hay gente llorando y triste; alguien se acaba de morir o está en emergencia; a otro le dan la extremaunción en silla de ruedas; mientras paralelamente la enfermera le cuenta al interno como cabalgó anoche sobre las ancas del oncólogo más prestigioso de Hawai. Bueno, así es la vida, mientras unos mueren otros cabalgan en doctores.
Esta serie, sin embargo, es menos sofísticada en la estructura de los capítulos. Sí, tenemos relaciones que van más allá de la temida médico-médico o médico-paciente y que se provocan de manera tangencial, por decirlo de algún modo, a la historia del capítulo.
Así, en cada uno de los episodios vemos a un médico que es un genio y a la vez un inadaptado social -por opción me atrevería a decir- (House); una directora de hospital que está como para MILF (Lisa Cuddy); un oncólogo como el mejor amigo de House (Wilson) y tres médicos que tratan de aprender como diagnosticar a enfermos de alta peligrosidad –digo, en peligro de muerte-. Estos tres médicos tienen algún historial al servicio de House cuando dejan el servicio activo (en cuerpo y alma, y puede que de esta última se mantengan atados platónicamente) y son reemplazados por cuatro o cinco médicos más. Aquí se supone, en este mismo sentido, que los pacientes no son los que mueren, no son los que sufren más que temporalmente; los casos se acaban al final del capítulo, cuando no tienen relación estrecha con el equipo médico.
Con estos antecedentes podemos iniciar un capítulo promedio con un paciente que está enfermo y nos distrae de quien, finalmente, será el grave paciente del genio –cuando no, ellos lo ponen grave-. House nunca recibe a su paciente de inmediato, a menos que lo descubra él mismo. El resto del capítulo es sencillo. Prueban soluciones a partir de una serie de exámenes, descartando o agregando síntomas o enfermedades; tratan al paciente por algo que no padece o lo llevan casi a la muerte, y justo en el momento final, nuestro doctor tiene una epifanía y los que van a morir, terminan saludándolo. El siguiente capítulo cambia la cara del enfermo y la enfermedad… aunque a veces se repite.
A través de las temporadas van cambiando los médicos que ayudan al médico que no necesita ayuda. A pesar de eso, en la temporada siguiente pasa casi lo mismo que en la temporada anterior, al menos en la forma. Si la rutina mata matrimonios y hay gente que decide sacarse de circulación por la misma razón –este último, muerto o no, suele llegar al hospital-, la serie no debería haber sobrevivido a la primera temporada, o si hubiese sobrevivido debería ser como cualquier otra serie de médicos.
Pero este es un diagnóstico meramente superficial, pongamos manos a la obra dejemos que brote la sangre, porque, finalmente, a quien la duele siempre todo no es a los pacientes, sino al doctor.
En conclusión, esta no es la forma de cualquier serie de médicos….Es House
-Tremenda cuña, no??-
Dr. House ¿Es la típica serie de médicos? En ella, sin duda, hay un grupo de trabajadores de un hospital que se ve relacionado de manera profesional y emocional, como una oficina en que el efectismo está a la orden del día: por los pasillos siempre hay gente llorando y triste; alguien se acaba de morir o está en emergencia; a otro le dan la extremaunción en silla de ruedas; mientras paralelamente la enfermera le cuenta al interno como cabalgó anoche sobre las ancas del oncólogo más prestigioso de Hawai. Bueno, así es la vida, mientras unos mueren otros cabalgan en doctores.
Esta serie, sin embargo, es menos sofísticada en la estructura de los capítulos. Sí, tenemos relaciones que van más allá de la temida médico-médico o médico-paciente y que se provocan de manera tangencial, por decirlo de algún modo, a la historia del capítulo.
Así, en cada uno de los episodios vemos a un médico que es un genio y a la vez un inadaptado social -por opción me atrevería a decir- (House); una directora de hospital que está como para MILF (Lisa Cuddy); un oncólogo como el mejor amigo de House (Wilson) y tres médicos que tratan de aprender como diagnosticar a enfermos de alta peligrosidad –digo, en peligro de muerte-. Estos tres médicos tienen algún historial al servicio de House cuando dejan el servicio activo (en cuerpo y alma, y puede que de esta última se mantengan atados platónicamente) y son reemplazados por cuatro o cinco médicos más. Aquí se supone, en este mismo sentido, que los pacientes no son los que mueren, no son los que sufren más que temporalmente; los casos se acaban al final del capítulo, cuando no tienen relación estrecha con el equipo médico.
Con estos antecedentes podemos iniciar un capítulo promedio con un paciente que está enfermo y nos distrae de quien, finalmente, será el grave paciente del genio –cuando no, ellos lo ponen grave-. House nunca recibe a su paciente de inmediato, a menos que lo descubra él mismo. El resto del capítulo es sencillo. Prueban soluciones a partir de una serie de exámenes, descartando o agregando síntomas o enfermedades; tratan al paciente por algo que no padece o lo llevan casi a la muerte, y justo en el momento final, nuestro doctor tiene una epifanía y los que van a morir, terminan saludándolo. El siguiente capítulo cambia la cara del enfermo y la enfermedad… aunque a veces se repite.
A través de las temporadas van cambiando los médicos que ayudan al médico que no necesita ayuda. A pesar de eso, en la temporada siguiente pasa casi lo mismo que en la temporada anterior, al menos en la forma. Si la rutina mata matrimonios y hay gente que decide sacarse de circulación por la misma razón –este último, muerto o no, suele llegar al hospital-, la serie no debería haber sobrevivido a la primera temporada, o si hubiese sobrevivido debería ser como cualquier otra serie de médicos.
Pero este es un diagnóstico meramente superficial, pongamos manos a la obra dejemos que brote la sangre, porque, finalmente, a quien la duele siempre todo no es a los pacientes, sino al doctor.
En conclusión, esta no es la forma de cualquier serie de médicos….Es House
-Tremenda cuña, no??-
Capítulo II: God, Part II
Don't believe the devil, don't believe the book
But the truth is not the same without the lies he made up
(…)
Don't believe them when they tell me there ain't no cure
The rich stay healthy the sick stay poor
God part II, U2
But the truth is not the same without the lies he made up
(…)
Don't believe them when they tell me there ain't no cure
The rich stay healthy the sick stay poor
God part II, U2
Quien ríe al último, ríe mejor, y House se ríe en casi todos los capítulos de todas las temporadas de la directora del hospital, de su mejor amigo, de sus alumnos ayudantes y de sus pacientes, pero no se ríe de él. House pena por los pasillos con el dolor de su pierna, que disimula muy bien con el bastón, excepto por las veces que lo vemos tomar el popular Vicodin. La pregunta que me he hecho siempre es si el Vicodin solo alivia el dolor o algo más. La respuesta la tenemos a la vista, ya que nuestro genio-doctor funciona en todos los aspectos: es eficiente en su trabajo; es soportado en sus relaciones laborales; es querido por sus pacientes –diría que ellos solo están agradecidos, pero me gusta como suena “querido”-; tiene putas a discreción cuando lo necesita; una ex-esposa que es una perra, según House; la directora del hospital está enamorada de él y tiene un mejor amigo que es a prueba de bromas pesadas y chistes malos, junto a una pierna que no lo deja en paz las 24 horas del día… Y salva pacientes!!!, ¿Qué más se puede pedir?
Todo indica que la serie no es una serie de médicos, es la serie de House, en la que el protagonista no necesita nada más para resolver los casos que el hospital, su bastón, el Vicodin y su pierna. Entonces ¿Por qué hay una faramalla de personajes y relaciones interpersonales? Quizás para mantener la serie –esa me parece la mejor respuesta-, pero también para indagar en el dolor del médico, en el dolor de la pierna de House –House’s leg-. Sin su pierna, este médico sería como cualquier otro buen médico, y no se hubiese hecho una serie acerca de él. Los pacientes yacen y se sanan por la pierna, y el genio ve reflejada esa extremidad en sus pacientes; la pierna es quien llevó a quienes fueron sus primeros ayudantes en la serie, ese mismo pedazo de carne fue quién se los quitó; esa parte del cuerpo fue la que mató a la novia de Wilson y la que probablemente haya matado a Kutner. Esa pierna fue la que finalmente lo llevó al psiquiátrico.
Los médicos tienen la facultad de la vida y la muerte, como mucha otra gente, no obstante, lo que los aleja un poco de todos quienes tienen esta facultad, es que ellos lo pactican día a día, lo que los lleva inexorablemente ante su destino: se creen más cerca de Dios. Definitivamente hay momentos en que House llega a ser algún tipo de divinidad o por lo menos un iluminado por la divinidad. Más bien, puede que la definición que mejor le calza es la de Héroe griego en constante Agón, enfrentado a una pierna, la misma que no está en su pasado más remoto y que lo espera en el futuro, lejano y cercano; la arrastrará por el resto de sus días, junto a su guitarra y su piano en casa, durmiendo por la noches en una cama individual con putas, con soberbia y con todo lo que eso implica y rodea.
Todo indica que la serie no es una serie de médicos, es la serie de House, en la que el protagonista no necesita nada más para resolver los casos que el hospital, su bastón, el Vicodin y su pierna. Entonces ¿Por qué hay una faramalla de personajes y relaciones interpersonales? Quizás para mantener la serie –esa me parece la mejor respuesta-, pero también para indagar en el dolor del médico, en el dolor de la pierna de House –House’s leg-. Sin su pierna, este médico sería como cualquier otro buen médico, y no se hubiese hecho una serie acerca de él. Los pacientes yacen y se sanan por la pierna, y el genio ve reflejada esa extremidad en sus pacientes; la pierna es quien llevó a quienes fueron sus primeros ayudantes en la serie, ese mismo pedazo de carne fue quién se los quitó; esa parte del cuerpo fue la que mató a la novia de Wilson y la que probablemente haya matado a Kutner. Esa pierna fue la que finalmente lo llevó al psiquiátrico.
Los médicos tienen la facultad de la vida y la muerte, como mucha otra gente, no obstante, lo que los aleja un poco de todos quienes tienen esta facultad, es que ellos lo pactican día a día, lo que los lleva inexorablemente ante su destino: se creen más cerca de Dios. Definitivamente hay momentos en que House llega a ser algún tipo de divinidad o por lo menos un iluminado por la divinidad. Más bien, puede que la definición que mejor le calza es la de Héroe griego en constante Agón, enfrentado a una pierna, la misma que no está en su pasado más remoto y que lo espera en el futuro, lejano y cercano; la arrastrará por el resto de sus días, junto a su guitarra y su piano en casa, durmiendo por la noches en una cama individual con putas, con soberbia y con todo lo que eso implica y rodea.
Bonus track: ¿A nadie le provoca la impresión de que House podría ser Chinaski?
- Doctor, me trajeron acá a la fuerza –dice Chinaski sin abrir los ojos-, por eso pudieron traerme. ¿Cuánto necesita para soltarme? –le dice a House mientras se busca la billetera.
House lo mira con el ceño fruncido.
-¿Quién le dijo que era médico?, además la billetera que busca se la llevó la mujer que lo trajo.
-Mierda.
-Sí. A las mujeres no suelo pagarles… mucho.
- Yo tampoco… Mentira… ¿Tiene un trago?
- No, no tomo cuando conduzco ni usted cuando tiene paros cardiacos.
- ¿Qué auto tiene?
- No tengo y mi moto ya no existe. En todo caso los dos son como las mujeres, cuando inviertes en ellas se mantienen bien, cuando no, nos montamos encima y nos matan. La tuya te robó y estuvo a punto de matarte.
- Sí, pero el corazón todavía me funciona.
- Pero hay cosas que ya no funcionan, y si sigue con esas líneas y mujeres, no te quedará mucho corazón. Además por hoy se queda internado, así dijo la enfermera.
- Qué mejor que morir con un poco de coca y una mujer encima
- Vivir para tener más mujeres encima y morir habiendo tenido muchas mujeres buenas y no pagar nada… o pagar poco. Disculpe a veces la sabiduría y algunos idiotas me cansan.
- ¿Mal día?
- No. Pacientes.
miércoles, 29 de julio de 2009
viernes, 1 de mayo de 2009
Wrong: Estaba totalmente equivocado.
La canción comienza como si no fuera a empezar nunca pero se desata en un par de segundos. No pasa nada. No entendemos mucho al principio, la imagen es un poco borrosa y el protagonista tampoco sabe mucho –nosotros despertamos primero que el hombre “in the front sit of the car”, pero no significa que sepamos donde estamos “parados”-. Me parece como una epifanía en cámara lenta. Es el video Wrong de Depeche Mode.
El primer choque nos despierta totalmente y nos damos cuenta de su situación: está maniatado con tape, amordazado de la misma manera, con una máscara, montado en un auto marcha atrás, en una pendiente y sin control.
Acto seguido, vemos todo lo que pasa en el exterior del auto, de manera alternada entre la parte trasera y delantera. Luego aparecen los gritos y el crispamiento del cuerpo del hombre, que no son gritos ni crispamiento. Los gritos se desatan después de que la máquina arrolla una silueta que revienta el parabrisas trasero, rueda sobre la carrocería y rebota en el piso. El crispamiento viene después, ante la inutilidad de los gritos: se retuerce.
Este video hizo comerme mis propias palabras, empapadas con mucha bilis, vinagre –sin agua- y unas pizcas de regaliz para poder tragar: hace algunos días había pensado, a causa del último single y disco de U2, “Get on your Boots” y “No Line on the Horizon” respectivamente, que hay bandas desgastadas que deberían desaparecer quemadas y despedazadas en la atmósfera musical, dejándonos la belleza de su juventud y escondiendo en lo más profundo del estudio su sequedad. Pensé en los Rolling Stones, pensé en R.E.M., pensé en el cover de “Get on your boots” que hizo una banda estadounidense del circuito universitario –The Wrecking- y como superaban lejos los arreglos de una banda que se duerme en los laureles, pensé en los dinosaurios que siguen tocando en el circuito del recuerdo, una y otra y otra vez “In-a-gadda-da-vida”, hundiéndose en sus arrugas. También pensé en que se merecen que un vinilo se ralle para repetir hasta el cansancio sus melodías, pero sin nada nuevo, casi como proxenetas de su propia juventud.
Fue entonces que recordé a Ortega y Gasset y la muerte de la novela y cómo resucitó ella misma ante las narices del filósofo. Así ha resucitado Bowie una y otra vez, en cada uno de sus discos; Dylan volvió de los viajes por infiernos personales y religiosos; McCartney con su penúltimo disco y Depeche Mode que se ha superado a sí mismo.
Hay muertos que han muerto definitivamente, pero que recordamos con cariño y que visitamos en sus tumbas asiduamente. Hay zombies que en cualquier momento pueden resucitar. Hay vivos que debieron haber colgado los guantes antes de su primera pelea, pero nunca los conoceremos a menos que exista una vida después de la vida o exista la reencarnación. Nosotros no decidimos ninguna de esas cosas.
Recemos: yo no decidiré sobre mi época, yo no definiré mi época, pero lo más probable es que lo haga. Que de los arrepentidos sea el reino de los cielos.
Qué equivocado estaba.
Wrong.
Acto seguido, vemos todo lo que pasa en el exterior del auto, de manera alternada entre la parte trasera y delantera. Luego aparecen los gritos y el crispamiento del cuerpo del hombre, que no son gritos ni crispamiento. Los gritos se desatan después de que la máquina arrolla una silueta que revienta el parabrisas trasero, rueda sobre la carrocería y rebota en el piso. El crispamiento viene después, ante la inutilidad de los gritos: se retuerce.
Este video hizo comerme mis propias palabras, empapadas con mucha bilis, vinagre –sin agua- y unas pizcas de regaliz para poder tragar: hace algunos días había pensado, a causa del último single y disco de U2, “Get on your Boots” y “No Line on the Horizon” respectivamente, que hay bandas desgastadas que deberían desaparecer quemadas y despedazadas en la atmósfera musical, dejándonos la belleza de su juventud y escondiendo en lo más profundo del estudio su sequedad. Pensé en los Rolling Stones, pensé en R.E.M., pensé en el cover de “Get on your boots” que hizo una banda estadounidense del circuito universitario –The Wrecking- y como superaban lejos los arreglos de una banda que se duerme en los laureles, pensé en los dinosaurios que siguen tocando en el circuito del recuerdo, una y otra y otra vez “In-a-gadda-da-vida”, hundiéndose en sus arrugas. También pensé en que se merecen que un vinilo se ralle para repetir hasta el cansancio sus melodías, pero sin nada nuevo, casi como proxenetas de su propia juventud.
Fue entonces que recordé a Ortega y Gasset y la muerte de la novela y cómo resucitó ella misma ante las narices del filósofo. Así ha resucitado Bowie una y otra vez, en cada uno de sus discos; Dylan volvió de los viajes por infiernos personales y religiosos; McCartney con su penúltimo disco y Depeche Mode que se ha superado a sí mismo.
Hay muertos que han muerto definitivamente, pero que recordamos con cariño y que visitamos en sus tumbas asiduamente. Hay zombies que en cualquier momento pueden resucitar. Hay vivos que debieron haber colgado los guantes antes de su primera pelea, pero nunca los conoceremos a menos que exista una vida después de la vida o exista la reencarnación. Nosotros no decidimos ninguna de esas cosas.
Recemos: yo no decidiré sobre mi época, yo no definiré mi época, pero lo más probable es que lo haga. Que de los arrepentidos sea el reino de los cielos.
Qué equivocado estaba.
Wrong.
Depeche Mode - Wrong from Depeche Mode on Vimeo.
domingo, 8 de febrero de 2009
Córtazar, Gaudí, Bolaño y Los Simpson:
Todo es arte®©
Acabo de leer una nota –y ya había leído algo antes- de los Papeles Inesperados de Cortázar; he visto todas las temporadas de Los Simpson como si tuviera que ir todos los domingos a rezar a la Sagrada Familia, y me he dado cuenta de un par de obviedades.
Cortázar era un gran humorista, sino es cosa de leer Historias de Cronopios y Famas, es también a mi parecer una gran artista –el capítulo 28 de Rayuela es un gran ejemplo-, sin embargo, por más que todos lo quieran convertir en Dios, Cortázar no creó al hombre a su imagen y semejanza, no hizo el mundo en 7 días y se aburrió en un domingo, ni tampoco resucitó ese día. Cortázar, eso sí, había sido creado a imagen y semejanza de su padre, de su madre y de todos sus ancestros genéticos. Así las cosas, por más que se quiera otra, también hizo porquerías en sentido literal y figurado.
Recuperan una cómoda de Cortázar donde hay manuscritos “que el autor de Rayuela quería quemar y que Bernárdez conservó con esmero”, dice el artículo de El País de España. La pregunta es por qué el autor los quiso quemar. Lo que primero se me viene a la cabeza es que, desde su proceso creativo, debe haber tenido razones para tratar de que esos papeles no salieran a la luz pública: eran malos, le daban vergüenza, no iban con su poética o simplemente no le gustaban. Entonces llega alguien que por más cercano que sea al escritor, no conoce su proceso creativo, no está en su cabeza. Así, por más criterio que tenga quién elija y edite, no podrá hacer lo que el autor, es más, tomará la decisión contraria. Se me puede criticar con Kafka: si Max Brod hubiera hecho caso al autor de “El proceso”, hoy muchos seres humanos respiraríamos partículas de la obra de este escritor, pero no sabríamos quién fue. No importa, hay grandes escritores que el mundo no ha conocido y nadie se ha puesto a pensar en ellos, y hay malos escritores que editan millones. ¿A quién le importa en uno y otro caso? El dinero es dinero, y a los muertos hay que respetarlos y dejarlos en Paz, que ninguno va a resucitar al tercer día ni nos va a dictar las profecías del Señor.
Lo mismo pasó con el pobre Bolaño, aunque de manera más extraña: en el prólogo de 2666 el editor habla de la decisión del autor de publicar la obra como cinco novelas, para asegurar el futuro de su familia, pero el editor y la mujer de Bolaño se decidieron por un gran volumen –según Herralde, para mantener la unicidad de la obra-. Aquí no hay decisión artística, en ningún caso.
Terminemos aquí con la Sagrada Familia: Los Simpson y Gaudí
Todos los que conocen a Gaudí saben que se involucraba en sus obras, y que podía cambiar un diseño en medio de la construcción, sin importar mucho las maquetas o planos –que no siempre hizo-. Así visto el asunto, parece que la continuación de la construcción de la Sagrada Familia, sería la culminación de un boceto de Gaudí y no de su obra final. Creo, en todo caso que Gaudí hubiera disfrutado con los monstruos que son las grúas alrededor de su obra ¿O no?
Finalmente, Los Simpson, para poner el ejemplo de un posible muerto en vida. Lo cierto es que la serie en el formato que posee ahora, fue creada en 1989 sobre los moldes de los cortos creados por Matt Groening para el The Tracey Ullman Show. Las cabezas que iniciaron este vendaval son, además del creador, James L. Brooks y Sam Simon. Ellos junto a un equipo de guionistas, actores y empresas de animación, iniciaron un camino, que, según muchos, alcanzó la madurez a mediados de los noventa, pero que ha declinado ostenciblemente, sobre todo luego de la décima temporada. Hoy creo que la serie, más allá de la película, se ha convertido en un zombie. Uno se pregunta entonces, por qué no lo matan con un tiro en la cabeza, y se contesta, por la misma razón que editan los manuscritos que los escritores después de muertos quieren esconder: con un afán arqueológico-crítico-vouyerista; y con un afán comercial.
miércoles, 14 de enero de 2009
¿Es esto una reseña? - Me preguntó un amigo (Morris "Mauricio" Berman en Chile)
Hace aproximadamente una semana se realizó un encuentro con Morris Berman, uno de los críticos culturales estadounidenses más importantes hoy día. Se presentó en el Observatorio de Lastarria, un local ubicado en el corazón del barrio con el mismo nombre –Lastarria- en pleno centro de Santiago. El sector bulle de actividad intelectual contemporánea a la vanguardia. Es un barrio rodeado de cafés y librerías o cafés librerías. En ese corazón fue donde Berman se sentó, escuchó y habló.
La estructura del “encuentro” –los organizadores evitaron un nombre- fue particular: mientras Berman se sentaba en primera fila entre el público, el presentador junto a tres expositores daban inicio a la conversación. Los expositores eran Leonardo Arce Vidal, un estudiante de filosofía de la Universidad de Chile; Andrés Pérez, arquitecto; y Fernanda Weinstein, egresada de literatura de la Universidad del Desarrollo. Las primeras dos exposiciones hacían referencia a la trilogía de Morris Berman –los primeros tres libros que corresponden a su pensamiento y que son más bien teóricos-. La primera de ellas hablaba, en términos bastante técnicos –filosóficos-, de lo que sería casi una explicación epistemológica de la postura intelectual del crítico cultural, en función de la dicotomía sí mismo/lo otro.
El turno del arquitecto fue interesante y bastante iluminador, sin ser una reseña, del pensamiento del autor sobre la base del planteamiento de los “límites de la razón” por llamarlo de alguna manera. La exposición hablaba, principalmente de la disociación entre la razón y la metafísica, y cómo Berman establecía relaciones para mostrar como se asociaban ambas de alguna manera.
Fernanda Weinstein, finalmente, habló acerca de El Crepúsculo de la Cultura Americana -The Twilight of American Culture-, el libro, como ella misma dice, más breve y menos teórico de Berman. En este libro el autor trata de mostrar las relaciones existentes entre la decadencia y caída del imperio romano de occidente con la del imperio estadounidense. Sin embargo, en la red pueden encontrar todo lo que requieran para saber un poco más del su pensamiento -incluso pueden leer su blog-, por lo tanto, no hablaré del libro, sino de lo que expuso la señorita Weinstein.
Debo decir que su trabajo me interesó, en particular, por la extrapolación del análisis que hace Berman a la sociedad estadounidense, aplicándolo a Chile y extendiéndolo al continente por momentos. A través de este ejercicio, bien llevado a cabo me parece, podemos entender que estamos influenciados por la cultura estadounidense, pero ¿Hasta qué punto?¿Esta influencia ocurre así sólo en Chile?¿Ocurre también en Latinoamérica?¿Se puede extrapolar al mundo occidental? Creo que la respuesta a esta pregunta es afirmativa, ya que en la mayoría de los casos, en diferentes niveles, el problema que vive EE.UU. se repite a diferentes escalas. El modelo que hemos imitado sin restricciones tiene errores, y no muchos se preocuparon de adaptar modelos y corregir los errores. Cada cultura adaptó los patrones a su modo de vida, sin embargo, los errores venían dados ya en la “obra gruesa” por llamarlo de alguna manera.
Aquí usted puede insertar un ensayo que con el que me niego a aburrir al lector más aún.
Finalmente, la exposición de la colega termina acercándose a la idea de “nuevos individuos monásticos” –NIM-, que plantea Berman, con la que estoy en desacuerdo:
“El nuevo monje es un humanista sacro/secular, dedicado no a los eslóganes ni a los dialectos posmodernistas en boga, sino a los valores de la Ilustración que se hallan en el corazón de nuestra civilización: la búsqueda desinteresada de la verdad, el cultivo del arte, el compromiso con el pensamiento crítico, entre otros. Sobre todo, conoce la diferencia entre calidad y kitsch, y busca preservar la primera en la faz de una cultura que se hunde en el segundo (…) Elige, en breve, salvar su vida a través de la opción monástica”
Creo que la élite de alguna manera debe existir, sea en el centro o en el margen, pero no puede alienarse o aislarse de la sociedad si quiere lo mejor para ella. Tratar a la gente como una ameba que puede ser vista a través de un microscopio no me parece adecuado, aunque puede ser útil. No me parece que el intelectual, el pensador deba estar al margen, en cualquier sentido, de la sociedad o de las corporaciones, ni siquiera estoy tan seguro que deba oponerse al modo de vida que lo rodea, mal que mal, es la única forma de conocer cómo funciona y por qué funciona así. Epistemológicamente se me puede criticar.
La figura del ermitaño, creo, queda para el genio y el profeta, alguien humilde que reflexiona hoy en día debe tener acceso al conocimiento desde alguna parte, y darlo a conocer desde alguna parte, para ayudar a reconstruir lo que se destruya o para ayudar a construir algo.
Por otro lado, tampoco creo que a priori alguien arbitrariamente pueda definir cuales son los valores a conservar, que alguien pueda definir la verdad o si siquiera existe -o la suma de verdades-, solo hay consensos, creo–las ciencias lo reconocen-.
Para terminar con lo citado: ¿No se impuso a principios de la Edad Media a un grupo de “sabios” a definir lo que era cultura de lo que era mera entretención o cultura popular? ¿No es en alguna medida, preservar algo, transformarlo en un objeto de museo inamovible, estático y sagrado, refiriéndose a la cultura o productos culturales?¿No volvemos con eso al mismo discurso que estamos combatiendo?
Quizás, como no soy un ávido lector de Berman, no entiendo su concepto de “Paradojas”, o no entendí bien la idea. Agradecería si algún lector me corrige.
Sin embargo, hay que señalar que más allá de no estar de acuerdo con este planteamiento, las exposición de Fernanda es certera e incisiva, además de su estilo ameno. Búsquenla próximamente en su librería más cercana… y a Berman, bájenlo de Internet si pueden o compren su libro, mal que mal, tiene que comer para seguir pensando.
P.D.: Hacia el fin del encuentro Berman leyó un texto con ideas parecidas al que pueden encontrar en su blog el 13 de noviembre
La imagen en mosaico: Emperor Bush by ~Audwee, se admiten visitas
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