Se acaba un año y como todo fin de año se empieza a hacer un recuento de las noticias más importantes, lo que ha sido historia; las muertes más importantes –pobre Michael, tiene más millones que antes, pero no lo sabe ni lo disfruta-; las películas más importantes; los discos del año; el artista del año. Si además de eso agregamos un final de década la cosa se hace imposible o se ponen números… los 10 más, los 50 más, los 100 más… pero los criterios nunca son parejos – y no tienen por qué serlos- y como en todo ranking hay cosas que quedan fuera.
Dentro de toda esta maraña de criterios, los rankings musicales, desde los que organizan el pop o el main stream hasta los más independientes, me han dejado anonadado porque la mayoría suele dejar fuera, en muchos casos, incluso aquello que deberían alabar.
En lo personal podría elaborar un ranking, definir criterios, establecer límites y sin duda aparecería alguien como yo que agregaría y quitaría cosas, que putearía el post… and so on. Así que solo trataré de dar un poco de relevancia vanguardista a un par de bandas y una solista que me volaron la cabeza por lo que ellos implicaron en la década pasada.
Dead can Dance
Ortega y Gasset proclamó hace casi un siglo que la novela había muerto. Lenny Kravitz y Marilyn Manson, entre tantos otros, le cantaron a la muerte del rock y Bowie que sigue escondido por ahí –o camaleonicamente encubierto-. Así las cosas, las renovaciones del rock van lento, y más allá de las bandas que toman elementos del pasado y los actualizan de diferentes maneras, o que hacen un revival bien hecho de décadas pasadas, cuesta encontrar sonidos que mezclen peras con manzanas y suenen bien.
En general en esta década hubo muchas bandas que lo hicieron muy bien en cuanto pequeños aportes y renovaciones, pero cuando se necesitó aire fresco en el Rock Pop, hubo en esta década dos bandas, entre muchas, que realizaron un giro nuevo en este espacio, y fueron Franz Ferdinand y The Arctic Monkeys.
Los primeros cambiaron la forma de bailar el rock, añadiendo a riffs potentes y marchas un toque dance a los temas. Aunque muchas veces antes se ha hecho algo parecido, el contraste entre las interpretaciones instrumentales y los cambios de ritmo o quiebres en las canciones llaman la atención.
The Arctic Monkeys (en la foto)podrían hacer entrar la velocidad del punk y lo duro de sus riffs a una disco, exagero claro, pero la velocidad un poco californiana, con un sonido muy inglés dejaron a mis oídos un poco perplejos.
Del otro lado del atlantico no puedo dejar de lado a Yeah Yeah Yeahs, entre otros, pero puede que aunque sean nuevos e interesantes, no plantean una incisión tan profunda en el main stream como los dos mencionados anteriormente, sino que plantean un giro en la música más bien independiente, desde mi perspectiva.
-Look inside your tiny mind-.
Me encanta, por otro lado, que la música en cuanto letra sea dura, ruda, potente, polémica y políticamente incorrecta, es lo que hace al rock y a la música popular lo que es hoy en día.
Lily Allen, de acuerdo a la estética musical y visual, debiese ser una solista nice & cute, inocentona, algo parecido a los inicios de Britney; sin embargo, la música de melodías dulces se mueve en dirección contraria a una letra tan sugerente como un recto a la quijada. Este contraste logra resaltar la letra, haciéndola más corrosiva que cualquier solista ruda, políticamente incorrecta.
Hoy me refresqué un poco con esta música del pasado. Puede que ellos sigan o sólo se hayan quedado atrás, lo importante es que mucho de lo que hicieron quedará más allá de estas letras u otras más.
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