sábado, 18 de diciembre de 2010

4’ 33’’: la constitución de todo lo que no existe a pesar de estar ahí. (meditaciones inconexas)

Los árboles suenan cuando caen; una ambulancia con las balizas encendidas significa que va hacia alguien que puede morir o lleva a alguien en peligro. Y si solo escuchamos el sonido del árbol, sin árbol, sin saber siquiera que se trata de un árbol cayendo, simplemente el sonido. Entonces aparece una cáscara vacía, un huevo sin yema nadando en él, un hombre con la mente en blanco, una momia. Esa es la mejor forma de describir cualquier cosa.

Así todos los días nos levantamos como si hubiese algo a lo largo del día, como si supiésemos que ese día veremos el sol ponerse y respiraremos, hasta que dejemos de hacerlo, sin pensar que dejaremos de ver formas y escuchar sonidos, como si ese porvenir fuese un eterno futuro en el cual siempre estaremos incluidos. Y es que cuando no estemos desaparecerá lo que somos, lo que tuvimos, no quedará absolutamente nada o quedará eternamente todo, pero el peso de nuestra propia forma, su masa metafísica, si es que puede llamarse así, habrá pasado, se encontrará totalmente desequilibrada, nuestra vida no será más que la repetición de un momento vacío, de un árbol que sonó en el bosque sin que nadie estuviese ahí para escucharlo. La enunciación de la creación del mundo por parte de un demiurgo.

La paciencia, así, solo existe para llegar a un momento que hemos perdido para siempre y que anhelamos de regreso o esperamos que se pierda en los pasajes de nuestra inconciencia. Porque, al fin y al cabo, siempre tendemos a desaparecer y que de nosotros solo queden huellas de formas que nunca se corresponderán con nada de lo que realmente somos o queremos.

Todas nuestras voliciones se vuelven hacia nosotros como un deseo incumplido y que desea cumplirse, y cuando es cumplido o se lo desea nuevamente hasta el infinito o ya pasó y dejó de ser necesario.

Ahí estamos todos, repitiéndonos a nosotros mismos como si existiéramos en un tiempo diferente al nuestro. Pero no se pueden vivir las cosas de otra manera, somos siempre un ser dislocado en el tiempo –descontrucciones temporales si quisiéramos decirlo postmodernamente-, añorando todo aquello que pasó y que vendrá.

Nosotros queremos viajar en el tiempo, queremos estar presentes en todo el universo, queremos escuchar y ver todo lo que nos rodea. Reconstruir el pasado y prever el futuro, manejar el presente y dejar que las formas permanezcan siempre. Nosotros nunca estamos en ninguna parte, porque ahí y cuando debemos estar, preferimos no estar.

Por lo tanto somos el sonido del árbol, sin árbol o el árbol cayendo sin sonido; somos una ambulancia corriendo sin sonido; somos un símbolo vacío con una raya en el centro.

Al menos somos algo: un caos organizado en torno al olvido de nosotros mismos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

A causa de la verdad



“El hombre que dice una verdad injuriosa
 por miedo a que no se salve
su alma si hace lo contrario,
debería pensar que esa clase de alma
 estrictamente hablando no vale la pena salvarla”
La decadencia en el arte de mentir – Mark Twain

“Y conocerán la verdad y la verdad los hará libres”
Juan 8; 32


Hace un par de días leí en El País de España que hubo dos muertos en un bar en Francia a causa de la franqueza… me causó gracia aquello de que la causa de muerte fuera la franqueza; es decir, se asumieron que la cusa primigenia de la muerte fue decir la verdad.

La noticia hablaba de tres hombres, según los informes, que estaban en un bar que ya había cerrado en los arrabales de París. Uno de ellos era el dueño y otro de los hombres era su amigo, el tercero era un desconocido del que, hasta el momento en el que escribo, no se sabía su identidad. Lo que sabían de él, por el testigo que sobrevivió, era que hablaba un perfecto francés, aunque con un dejo de acento extranjero, y  que parecía amable, los demás son datos que evidentemente maneja la policía: su estura, peso, manera en que iba vestido, etc. Una de las cosas que más llamaba la atención, según el testigo,  era el carácter del hombre, que se mantenía sereno incluso cuando estaba a punto de morir y que nunca, por más difícil que fuera la situación, se tornó violento.

Los hechos, según cuenta la noticia, basada en el informe policial, con la ayuda del testigo y datos de la investigación, se desarrollan luego que el bar cierra. Dentro de él quedan los tres hombres, los dos amigos y el tercer hombre, ya bastante borrachos, dispuestos a estar ahí hasta que amaneciera, yendo de una conversación a otra mientras se servían diferentes tragos. Así estuvieron hasta pasadas las 5 AM, momento en el cual el dueño del bar le pregunta al desconocido que qué opina de su mujer. El desconocido contesta que es imposible que conteste esa pregunta porque no la conoce. La conoces, le dice el dueño, es la mujer a la que le estuviste coqueteando la mitad de la noche. Cuando el dueño termina la frase, el desconocido suelta una carcajada y contesta que no le estuvo coqueteando, que simplemente quería conversar con alguien y es más fácil con hablar con una mujer que con un hombre, y que, contestando a su pregunta, le parecía una de las mujeres más feas que había conocido. El dueño del bar y el testigo quedan anonadados (sic) por la respuesta, porque precisamente todos creían que la chica era una de las más lindas y, acto seguido, le piden al hombre que repita lo que dijo y por qué cree eso. “Porque es la verdad”, contesta.

Hasta aquí la historia parece más bien una tomadura de pelo o una noticia inventada, algo de la prensa roja. Pero lo que me llamó la atención realmente de la noticia, es lo que viene después.

Entonces habla el dueño del bar y le pregunta al hombre que si esa es la verdad, por qué ninguno de sus amigos se lo había dicho alguna vez. El hombre contesta preguntándole si conoce el cuento del traje del rey, y que la cosa funciona más o menos así, con la diferencia que sus amigos ni borrachos le dirán la verdad, porque él les regala tragos. Luego le pregunta si quiere a la chica de la que habla. El dueño detrás de la barra contesta que sí, y el otro responde de vuelta que con mayor razón sus amigos le mentirán, "así eres feliz tu y los haces felices a ellos". “¿Y si mi felicidad es que me sean francos?”. “Entonces desde ahora serás un amargado de mierda”.

El dueño se altera, camina de un lado para otro insultando a sus amigos y a la vida, y finalmente saca un arma que tenía bajo la barra, la salta, toma al hombre por las solapas y le exige la verdad. Es esa, le responde el hombre, pregúntale a tu amigo. El me mentirá, y no estoy dispuesto a llevarlo en mi conci… La pistola se disparó y esparció la cara del hombre, a través de su nuca a lo largo de todo el wurlitzer. Acto seguido dijo, según el testigo: “No me queda nada”, y se dio un tiro.

El testigo se encontraba todavía en estado de shock al momento de la declaración.

lunes, 29 de noviembre de 2010

El hombre invisible v/s la mujer invisible



Hace unos días tuve una discusión virtual con una serie de mujeres que se decían a sí mismas Feministas. Yo también me digo a mí mismo feminista, pero en la acera contraria, desde mi dimensión de hombre ¿Por qué? Simplemente porque me es imposible, en esta vida, ser y sentirme como mujer.

Pero esto es secundario a estas alturas, porque en esa discusión nunca tuve siquiera tiempo para demostrar que tenía razón o para que la contrapartida demostrara mi equivocación, simplemente fui reducido a un montón de escombros emocionales, porque yo era incapaz de entender lo que era sentirse invisible, y por ende, todo lo que dijera quedaba invalidado, a nivel racional, porque a nivel emocional me era imposible entender.

Entonces caí en cuenta: estamos solos.

No vale la pena que empiece el discurso con el individualismo al que nos han llevado las filosofías postmodernas, ni que la gente bienpensante (a fuerza de puro discurso) de izquierda o derecha (eje obsoleto a mi entender) quiera lo mejor para todos, aunque solo piensen en sí mismos, escondiéndose en un discurso que tan repetitivo se vuelve vacío. Algo así como un “te amo” que de tanto repetir se gasta, así como el nombre de una calle, que de tanto repetirlo se vuelve calle antes que General del Congo Estrecho.

Entonces la gente se esconde detrás de lo que consideran que han hecho mal con ellos, que todo el mundo o está con ellos o en su contra, porque no logran entender que hay otro en la vereda del frente que lo puede estar pasado mal en otro sentido. Si no es en el sentido que uno piensa que es, no existe. Nadie existe además de mi. YO, YO, YO, YO.

Pensé ¿Es que acaso no se dan cuenta que yo he sido invisible también?¿Que he sido pisoteado libremente por esos que dicen defender la libertad de opinión y la fuerza de los argumentos?¿Es que si no son argumentos en de sus propias creencias no hay pensamiento o sentimiento que valga?

Yo soy mi mundo y lo que me rodea. Yo lo fundo. Yo lo creo. Yo soy el Demiurgo de mi propia realidad. ¿Es que acaso somos responsables de todo un mundo para llevarlo a cuestas?¿Es que acaso somos tan soberbios que no reconocemos (re-conocer) al otro sino en función de mí mismo? Pero es que ni siquiera se trata de eso, sino simplemente de reconocer internamente que el otro puedo ser yo mismo. Que mí mundo es tan válido como el de cualquiera. Que todos somos egoístas y prejuiciosos. Eso lo tenemos todos. Eso nos hace iguales.


domingo, 7 de noviembre de 2010

Dios está en cada una de las entrañas de las vacas que van al matadero... esperando por salir. (Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut)

“¿Y qué dicen los pájaros?
Todo lo que se puede decir
sobre una matanza; algo así como
«¿Pío-pío-pi?»”

Una vez caminé por el cementerio de la ciudad en la que crecí. Esta se encontraba en medio del desierto, así que nunca estuvo muy poblada, excepto por los últimos seis años en los que no he ido.

Y es por eso, tal vez, que solo había tres cementerios no muy grandes, cementerios a la antigua, y un parque para el reposo de las almas (lo que se entiende actualmente como cementerio).

Una de las cosas curiosas de estos cuatro cementerios, es que, por más que busqué dentro de la ciudad nunca encontré el cementerio número 2, y lo busqué mientras caminaba por entre los demás cementerios. Así estuve hasta que alguien me dijo que ese lugar de reposo, así dijo, había sido destruido hace más de veinte años y sobre el habían edificado casas.

La otra curiosidad tiene que ver con la poca “gente” que poblaba esos lugares, porque siempre encontraba nichos vacíos, a pesar que muchas de las tumbas que habían databan del siglo XIX y que habían pagado su lugar a perpetuidad, por lo que no podían ser removidos… perdón, sus restos no podían ser removidos nunca más por el resto de la eternidad. Los demás, lo otros restos, iban a un crematorio que había al fondo del lugar donde eran incinerados todos los “desechos” de las tumbas, así se hace más lugar para los muertos más frescos que llegaban al lugar, y que tenían deudos que podían mantener sus tumbas. Es decir, la sobrepoblación de muertos de una cuidad no la lograba ver por su poca población; porque uno de los cementerios había sido destruido; el otro reciclaba los espacios; y el primero de los públicos, el número 1, donde se enterraban los primeros muertos que no tenían en su cuerpo a Dios –a los demás se los enterraba en la iglesia y sus alrededores-, era un monumento nacional que no podía ser tocado.

Y es aquí donde entra Vonnegut en oposición a Lanzmann, Levi y Frankl, entre otros, y posicionándose un poco en la misma línea de Imre Kertz. Esto porque Billy Pilgrim, protagonista de Matadero Cinco, de este autor, vive la Segunda Guerra, no como un sobreviviente de un campo de concentración ni como un soldado, sino como el ayudante de un sacerdote que nunca encontró, sin armas y vestido de civil. Así presenció la carnicería de Dresde.

Y, a pesar de lo atroz que fue la matanza de Dresde, tan atroz como cualquier matanza –como la Shoah, como los GULAG, o como los experimentos de los chinos sobre su propia población-, el problema queda para los vivos, nunca será un problema para los muertos. Ellos ya están en otra dimensión de cosas, sin necesariamente un cuerpo material, si es que se puede decir así, con el que sufrir. A ellos ya no le preocupa el dolor, por lo menos como nosotros lo conocemos, y si hemos sido buenos en nuestra vida y creemos en algo superior, puede que en ese estado hasta estemos mejor de lo que estábamos en vida.

El problema de los muertos es para los vivos, todos esos que vieron la matanza y el sufrimiento, que tienen algo de conciencia y que, a su vez necesitan descargarla de alguna manera.

Yo no he visto muertos. Yo no he visto la carne humana destrozada, chamuscada o a colgajos desde un hueso o parte de él. Yo no puedo sentir lo que Vonnegut o Frankl, me es imposible, aunque quiera empatizar, son experiencias humanas que no están a mi alcance, y sinceramente espero que nunca lo estén.

Theodor Adorno dijo que después de Auschwitz es una barbarie escribir poesía, entonces somos bárbaros. Porque no se puede negar que nos hemos mantenido adelante a pesar de eso.

Y por eso es que nuestra memoria es tan frágil, porque es parte de lo que tenemos que hacer para seguir viviendo.

Los Trafalmadorianos, raza extraterrestre que aparece en este libro, le dice a Billy que conocen todo el tiempo y lo ven todo: desde el inicio del universo hasta la desaparición del mismo, y aunque saben cómo se destruirá y tienen forma de evitarlo, no lo harán, porque el tiempo es un eterno presente en el que todos están muriendo y sufriendo, pero en el que, al mismo tiempo, todos están vivos y felices. Los muertos están muertos para nosotros porque no podemos ver que siguen vivos y felices en el instante que siguen así, un instante de presente eterno, en otro tiempo. Y la idea de que eternamente siguen sufriendo es la idea de que ellos siguen así, sufriendo muertos.

Entonces, más que culpa por estar vivos, los hombres debiesen estar agradecidos que los demás los hayan dejado estar vivos o tienen como alternativa creer que podrían hacer algo por ese eterno presente de sufrimiento o culparse por no estar muertos y cargar con todos los muertos, y sufrir eternamente un presente que quedó en el recuerdo.

La última alternativa es el suicidio.




martes, 19 de octubre de 2010

Miguel Ángel y las inconclusas: Manos de Hombre
(Segunda parte de la completitud)

 La expresión de la voluntad

Piedad de Rondanini (1564)


Escapar al momento final, a cualquier final de todos los ciclos que vive el hombre durante su vida, incluso llegar al final de la misma produce miedo, un miedo que tiene que ver con acabar, con llegar al final de un camino que se ha caminado seguro, aunque no se sepa adónde lleva. Sin embargo, Miguel Ángel siempre supo los finales de sus esculturas: desde que veía un bloque de mármol sabía exactamente lo que había en él, lo que debía ser revelado, no importa en realidad si lo hacía para sí mismo o para los demás.

Los dedos estaban ahí, la cabeza estaba ahí cuando empezaba la obra, sin darle descanso, manteniendo el pulso como un hombre lo debe mantener al tomar una espada o un fusil para sobrevivir, para cazar, pero este hombre solo trabajaba en la perfección, ni siquiera en la perfección de sí mismo, sino en la que le era impuesta por la divinidad, sea cual sea.

La misma divinidad era la que guiaba la mano, como si de una profecía ya escrita en el seno de la piedra se tratara y él fuera el encargado de escribirla, pero no con su propia redacción, sino siguiendo las líneas que ya habían sido marcadas, como si fuera un niño que debe apretar el pulso para marcar todo aquello que debe aprender al escribir, al sumar, al dibujar. Miguel Ángel, no obstante, no aprendía nada, simplemente estaba atrapado por la forma primero, y luego por una imagen completa, y a ella se dedicaba, en ella depositaba todo.

Hablar de todo lo que acabó así no tiene sentido. Hablar de todo aquello que lo hizo trascender, que llega hasta nosotros, es una cuestión de mera formalidad arqueológica. Más vale estar de pie junto a todo aquello que destruyó o que no acabó, porque ahí está  todo lo que no sabemos de él, está puesta toda su pasión y la voluntad de tratar de acabar algo que no acabó. Ahí no vale la disciplina, como si fuera una droga que nos permite y obliga a vivir. Este no es un soldado que obedece a lo que algo o alguien le ordena. Es lo contrario exactamente. Es trabajar sobre la base de la no supervivencia, es dejarse matar un poco por ver que otra cosa se entrega, es como si nosotros moldeáramos el barro y le diésemos vida, un poco de nuestra vida cada vez, para que pudiera mantenerse solo en el tiempo. Así, por lo tanto, es nuestra voluntad morirnos un poco o totalmente para que la pintura, tinta o mármol se mantengan en el tiempo.

Pero dónde está la voluntad en aquello inacabado. Está en no acabarlo, porque se hace innecesario para la pasión, se hace innecesario para la voluntad alentada por esta pasión. No es un mero acto de disciplina el acabarla.

El hombre que empezó a pulir una piedad florentina para luego destruirla, responde que una de las razones para su destrucción era “porque su criado le había importunado con sus sermones diarios para que la terminara y otra porque se había roto una pieza del brazo de la Virgen. Y todo esto, dijo, así como otras desgracias, incluyendo el descubrimiento de una grieta en el mármol, le habían hecho odiar la obra, había perdido la paciencia y la había roto” (1) . Y es que los esfuerzos siguieron quizás más allá de su propia voluntad, dejando la mano antes a la disciplina, para ver destruido todo por culpa de ella, y siguiendo su voluntad, la destruyó.

Lo mismo ocurre con los esclavos o prisioneros inacabados para la tumba del Papa Julio II, pero modelados hasta el punto que parecen salir, emerger de la roca pero a la vez contenidos, prisioneros por el propio escultor para nunca emerger del lugar donde pertenecen. Quizás ellos también están junto a Caronte, como en la Capilla Sixtina, hombres condenados a tratar de escapar del lugar adonde pertenecen, del que son parte, pero, a la vez, obligados a permanecer ahí, y aunque su esfuerzo sea enorme les es imposible ascender hasta el lugar donde deben/quieren llegar. Es por lo mismo que estas esculturas parecen más humanas, como si no pudieran despegarse de su propia expresividad, de su propia humanidad. Las demás obras del escultor italiano, las acabadas, son o parecen ser casi perfectas, divinas si se quiere (lo llamaban el divino), son los pasos que se siguen en el mármol, desde el infierno al purgatorio para llegar al paraíso, acabando al hombre en su completitud, como obra.

En todas las inacabadas quiso llegar a la perfección y quiso poner un soplo de su propia vida, y a pesar de no terminarlas lo hizo, invirtió y entregó vida, se deshizo de algo de él para luego destruirlo. Es como si todas las manos rotas, los cayos más endurecidos por esta obra, las noches sin dormir, el hambre, el frío y el cansancio no hubiesen servido a nada más que a la destrucción de sí mismo o de una parte de sí, y si es así, entonces sigue primando la voluntad y la pasión. O tal vez el logro de su perfección sea justamente entregarle el soplo de aquello que él mismo era: autorretratos más sencillos, más iguales a él.

Puede que también la Piedad de Rondanini haya tenido esa pequeña perfección de lo que nunca acabo, sin embargo no podemos saber, sobre todo en esta, si fue en realidad su voluntad, si logró a pesar de todo llevar al punto culmine su obra pero sin esa presentación formal que requieren las obras terminadas o el olvido que la voluntad impone a las obras inacabadas.

Entonces las estatuas lloran la muerte del redentor en todas las piedades, pero en esta una madre inacabada llora a su hijo inacabado, juntos, tratando ella de que su hijo muerto no caiga bajo sus pies. No logramos ver claramente la tristeza en su cara, no logramos ver tampoco la expresión de la muerte de cristo en el rostro, pero entendemos que más allá de esta forma inconclusa hay algo que se muestra por completo aunque sin acabar. Ahí están marcadas las manos de un hombre muerto hace más de cuatrocientos años y su voluntad.




(1) R. Hodson (2000) p. 110

(Fine)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Miguel Ángel y las inconclusas: Manos de Hombre
(Primera parte de la completitud)




A falta de prólogo o lo que importa viene después

Esta entrada la escribí hace años, con errores, con una serie de faltas que para mi hoy serían imperdonables, pero hay algo de añoranza en ella, hay un algo de aquella época que no es que se añore realmente, si lo hiciera estaría renegando prácticamente de todo lo que he hecho hasta el día de hoy, y no es que me arrepienta de cosas, de muchas, sino mas bien de cerrar ciclos y volver a eso, a lo que deje en ese momento y que me veo en la obligación de completar, para completar todo lo que haga falta, porque no se pueden dejar cabos sueltos, porque las barcas se pierden en el mar y por primera vez en mucho tiempo, creo, puedo confiar en que las barcas no se van a perder; y podré dormir toda la noche como es debido y no preocuparme de lo que puede ser o no, porque, así como la luna obliga al mar a subir o a bajar, mientras los cabos estén atados, la barca no se va a perder, y si lo hace, será guiada por las mareas, y estas a su vez por la luna. De la misma manera hay gente que influye en lo que he sido y seré.

Este post no es el primero de este blog, pero sin duda es el que le da sentido, un sentido de mosaico significativo, que conste de cada una de sus partes pero sea imposible de observar: un mosaico caleidoscópico si se quiere. Y tal vez, tenga que ver también con el sentido de cada una de las palabras, como pequeños mosaicos, que nunca se sostienen por sí mismas (nada hay que se sostenga a sí mismo), sino por aquello a lo que hacen referencia: los sonidos, las cosas, a un mundo que puede que exista o no (como Plutón), pero que también sostienen lo demás, y que al fin y al cabo está, y está bien.

El post que van a leer a continuación ha sido modificado mínimamente, en sus errores, en su estructura y apunta a algo que voy a finalizar la próxima semana, porque todos y cada uno de los que me leen, y sobre todo yo, se merecen que haga lo que trato de hacer de la mejor manera posible. Así, este blog se ha transformado en algo más que un espacio en el cyberespacio, pero a la vez en algo que no existe en ninguna parte... 


Las manos del Hombre

Cuando se habla de la Biblia se dice que los versos que en ella están escritos son de inspiración divina, dictados por boca de Dios a los hombres y mujeres que redactaron todas y cada una de las palabras que ahí aparecen. Pero ese soplo divino fue ejercido, ejecutado por manos de carne y hueso. No vamos a discutir aquí la legitimidad de lo que fue inspirado por Dios o si lo fue, sino hablar de algo más concreto: de hombres y de manos, de las cosas hechas.

Se dice del hombre que piensa, y que todo logro es fabricado con sus manos, diez dedos dispuestos a realizar cualquier cosa que comande la cabeza, por lo tanto, comandado por nuestro pensamiento. La división del trabajo tiene que ver con lo que hace el hombre: una parte primero se organiza, se piensa, se hace estrategia, para luego pasar a la acción, y sin embargo, no todo se comanda de esa manera, no todo es movido por la razón, sino también por otras razones menos explicables y entendibles, sensaciones del espíritu si se quiere, liberaciones del mismo. A estas liberaciones del espíritu se les puede llamar emociones. Pero no me interesa hablar de todas ellas, porque no todas ellas nos comandan sino hasta cuando se exaltan, y ahí está la pasión, eso es lo que me interesa.

El hombre se deja guiar por la pasión para matar a la mujer que ama, por ejemplo, y ahí esta el problema, no la mata porque la ame, la mata porque lo apasiona. Entonces, el hecho de matarla no necesitaría mayor explicación, como tampoco el descuartizarla, el arrancar cada uno de los pedazos de su cuerpo tratando de convertirla en un puzzle imposible de reconstruir, porque no existe razón para aquello. Como tampoco existe al momento de maquillar su cara, separada ya la cabeza de su cuerpo, esperando que toda banalidad desaparezca: su sexo, sus senos, sus brazos y piernas, para que quede sólo ella, la residencia de todo en la cabeza, incluso dejando de lado los músculos o las bombas que distribuyen los fluidos al rededor del cuerpo. La cabeza y su cara maquillada, como un acto de arte, en el que no se encuentra a nadie sufriendo. Luego, la sube a su auto en el asiento del copiloto, dejando que duerma todo lo que desee, no interrumpiendo su sueño. Deja que lo acompañe a ver la puesta de sol, después de toda una noche juntos, y se sienta tranquilo junto a ella, como si en realidad nada hubiese pasado.

No se necesita, creo, describir más: esto lo hizo un hombre, y necesitó de sus diez dedos para hacerlo, necesitó de la fuerza de su brazo, necesito ser guiado hasta el cansancio por su razón para realizar los cortes, el maquillaje, pero esa razón fue movida antes por sus deseos para cometer el acto mismo, por la pasión. Esa fuerza que movió sus músculos es la misma que mueve a Miguel Ángel a crispar las manos alrededor de la piedra, y sacar de ella toda la materia que nos nubla la vista de lo que hay detrás.


Las estatuas que lloran

La cabeza envía toda una serie de señales a lo largo del cuerpo, a cada momento, incluso estando inconcientes, actos involuntarios que permiten que vivamos. Los actos voluntarios, que nos ayudan a vivir también pueden ser movidos por actos involuntarios: matar un animal para comer; preparase para la conquista, construir una planta de purificación de agua. Pero el acto voluntario de enviar señales a todos nuestros músculos para que se pongan en tensión, porque se prepara para dar un golpe a una roca virgen, no nos ayuda a pervivir, teniendo como resultado una figura humana o divina. En este caso, los músculos del brazo alimentados constantemente para llegar a dar un golpe, con un martillo sostenido por cinco dedos y sus callos, labrados ellos mismos de tanto labrar, no sirve necesariamente para nada al acto de supervivencia individual o de la especie humana, es una perdida de tiempo, es un acto gratuito que nuestra especie – si es que podemos hablar en esos términos – es capaz de realizar.

Los primates tienen manos y patas que parecen manos, y son tan hábiles como para trabajar con ellos y ellas, y algunos hasta fabrican herramientas. Las hormigas no tienen manos, ni siquiera son tan hábiles con su cuerpo, pero el cuerpo y las manos de las hormigas son todas ellas, y pueden construir galerías tan complejas como el hombre pueda imaginar, pero son todas las galerías iguales, no responden a nada más que a un lugar de habitación. Los elefantes son capaces de hacer maravillas con el extremo de su trompa, son capaces de tomar suavemente los huesos de sus muertos y llevarlos a un lugar común, donde serán venerados por los años que les queden a los elefantes.

El hombre es capaz de construir edificios cuadrados como cuevas, que son útiles para vivir, que protegen de la lluvia, el viento y el frío. Esto lo fabrica con miles de dedos y sus herramientas, que a su vez han sido fabricadas con moldes y robots, que a su vez han sido fabricados con ingenio y con sus dedos, que a su vez están en fábricas que han sido echas con los dedos y con ingenio. Han construido cementerios. Han matado manadas de animales. No han hecho nada que no haya hecho un animal con sus habilidades y sin manos. Aléguenme que son más complejas, más sofisticadas, que el hombre ha evolucionado de una manera que permite a los hombres pensar en las estrellas y llegar hasta allá. Pero no ha hecho nada que no pudiese haber hecho, en el sentido que he mencionado, otro animal que necesita satisfacer sus necesidades de la forma más eficiente posible ¿Dónde está la voluntad del acto? Todo reducido a necesidad.

La cabeza y su cerebro le fue dado al hombre por la naturaleza, por Dios, por Yahvé, por Alá, o por algún experimento de alguna “raza” extraterrestre, que es similar en muchas formas al de los demás animales, e inclusive, hay especies que lo tienen más desarrollado que el nuestro en algunos aspectos, y sin embargo sería uno más entre ellos si no tuviéramos el soporte adecuado y la voluntad… adecuada.

Somos uno de los pocos que podemos suicidarnos, somos uno de los pocos que podemos dejar de comer, somos unos de los pocos que podemos evitar tener hijos y dejarnos llevar por el placer del acto sexual, somos unos de los pocos que podemos comer solamente para hacer cosas inútiles a nuestra propia existencia. Rompernos las manos y no para cultivar; herirnos para darle el tono adecuado al rojo de la sangre del ser que tratamos de representar, y que se está muriendo, y que nos da pena; retratar un campo de flores que sólo tiene colores que son eficientes sólo para ellas mismas, pero que queremos que quede impreso de forma indefinida en cada uno de los conos y bastones del iris, y detrás de ellos. Esto con dedos, y quizás no con todos.

En medio de esto está el hombre que he mencionado, que a los veintitrés años dibujó y esculpió “La Piedad” de la Basílica de San Pedro. A los veintinueve nos mostró como debía ser un hombre perfecto, David. Y usó toda la fuerza de su cuerpo para llegar a eso, para moldear cada una de las cosas que estaban bajo el mármol, pero, sobretodo, usó la fuerza de los dedos para moldear cada uno de los contornos, llegar hasta la tensión de los tendones en los pies, o las venas del brazo luego del esfuerzo. También hay fuerza en lo que es plano, hay fuerza en los colores que no parecen colores o coloreado, parecen parte te algo que está vivo, que se confunde entre lo dibujado y lo esculpido, o entre lo vivo o lo muerto. La Capilla Sextina se abalanza con todo el peso de esas personas sobre ti, con el peso de los ropajes desde el techo, y solo Dios es sostenido por los ángeles, para que no caiga sobre nosotros, porque adán no podrá sostenerse una vez que Dios aleje su dedo. Los que escalan las paredes de la capilla pesan y hacen fuerza con cada uno de sus músculos para escapar del fuego, de un Caronte que tensiona sus brazos en un remo, con la ira de quien va a matar a alguien que está muerto. Algunos son ayudados por los que están arriba, otros son abrazados por los mismos castigados para sumarle peso al propio peso.

La única manera que queda para escapar es dejando que la manos hagan la fuerza necesaria para que el pincel no pase de largo, para que el cincel no pase de largo. Es la redención que buscan los que tienen la desesperación pintada en la cara, los que tienen la tranquilidad están al lado del Hijo. Los que están bajo un látigo casi infernal son los que ayudan a Miguel. Ellos eran la extensión de lo que no necesitaba hacer.

(fine parte prima)

sábado, 18 de septiembre de 2010

Gainsbourg, el arte de la exageración:
J'fais des trous, des p'tits trous…



Las orejas de mosieur Gainsbourg eran enormes, enormes hasta para un orejón. Ellas parecen dos caracoles prehistóricos ajustados estéticamente a los lados de la cabeza, simétricamente puestos para un contrapeso justo, como el de los ascensores, para que los sonidos cupiesen con toda su energía en ellos y anidaran.

Las orejas de mosieur contienen no solo sonidos, contienen al mundo, un mundo que no fue revelado sino hasta cuando llegó a la composición, de la mano de la trompeta con patas de Vian, de Boris Vian.

Ni hablar de su cabeza, una cabeza Magrittiana, una cabeza verde azul, de col, con caracoles escondidos bajo sus hojas, dos grandes caracoles moribundos.

Y qué serían los caracoles y la cabeza de col sin un corazón gigante que se dejaba llevar por la belleza de la música y de la carne.

No es necesario pensar en la risa negra que completa el conjunto, una risa que se rie de la pena judía en el corazón de sheriff del niño Lucien, que Serge no había nacido aún, era la sombra de un monstruo imaginario por nacer, que vería la luz algunos años antes que Altazor, pero con el mismo gusto por la vida, tratando de vivirla a ver si es capaz de morir en el intento.

Les extraits du Reader Digest                (los extractos del Reader’s Digest
Et dans c'bouquin y a écrit                     y en este libro está escrito
Que des gars s'la coulent douce à         que los chicos disfruten en
Miami                                                       Miami
Pendant c'temps que je fais l'zouave     mientras trabajo como un tonto
Au fond d'la cave                                     al fondo de un sótano
Paraît qu'y a pas d'sot métier                 parece que no hay trabajo 
                                                                               [más estúpido
Moi j'fais des trous                                  yo, haciendo pequeños hoyos
dans des billets*                                      en los billetes)

Y es así.

La cabeza, los caracoles, el corazón, la risa negra y una nariz judía opacada por el resto, se nos presentan de frente con un collage de fondo: al lado del corazón la Bardot, Birkin y Charlotte, con fotografías antiguas pero en color, un poco amarillas y desteñidas por el tiempo, pero de pie. Sobre dentro de la cabeza de col Vian y los surrealistas, retratados en blanco y negro, más en un negro profundo, como una borrachera con sombra, algo que se desvanece totalmente.

J'en ai marre j'en ai ma claque             (Estoy cansado de eso,
                                                              [he tenido suficiente
De ce cloaque                                      de esta cloaca
Je voudrais jouer la fill'' de l'air             querría jugar a la chica del aire
Laisser ma casquette au vestiaire        dejar mi gorra en el guardarropa
Un jour viendra j'en suis sûr                  el día vendrá, estoy seguro
Où j'pourrais m'évader dans la nature  en el que me podré evadir 
                                                                         [en la naturaleza
J'partirai sur la grand'route                    me iré por la gran ruta
Et coûte que coûte                                y cueste lo que cueste
Et si pour moi il n'est plus temps          y si no hay más tiempo para mi
Je partirai les pieds devant                   partiré con los pies por delante)

J'fais des trous, des p'tits trous,         (yo hago los hoyos, pequeños hoyos,
encor des p'tits trous                          aún más pequeños hoyos
Des p'tits trous, des p'tits trous,         pequeños hoyos, pequeños hoyos
toujours des p'tits trous                      siempre pequeños hoyos)

Y a d'quoi d'venir dingue                    y eso es lo que me tiene chalado
De quoi prendre un flingue                 lo que me hace tomar un arma
S'faire un trou, un p'tit trou,                y hacer un hoyo, un pequeño hoyo,
un dernier p'tit trou                             un último pequeño hoyo
Un p'tit trou, un p'tit trou,                    un pequeño hoyo, un pequeño hoyo,
un dernier p'tit trou                             un último pequeño hoyo

Et on m'mettra dans un grand trou      y me meterán en un gran hoyo
Où j'n'entendrai plus parler d'trou      donde nunca más escucharé hablar
                                                                                           [de hoyos
plus jamais d'trou                              de hoyos, nunca mas de hoyos
De petits trous                                   Pequeños hoyos….

Toda la risa encapsulada en lágrimas.

La muerte sin duda no lo persiguió a él en particular, la muerte no persigue a nadie, nosotros perseguimos la muerte, siempre vamos un paso detrás de ella y él nunca la quiso alcanzar, simplemente quiso perderse un poco de todo, reírse de sí, reírse del amor perdido de Bardot, reírse de la alegría a medias con Birkin, llorar de risa con la estupidez de los periodistas y de la gente.

Je vis au cœur d'la planète                         (vivo en el corazón del planeta
J'ai dans la tête                                           tengo en mi cabeza
Un carnaval de confettis                             un carnaval de confeti
J'en amène jusque dans mon lit                 que traigo hasta mi cama
Et sous mon ciel de faïence                        y bajo mi cielo de loza
Je n'vois briller que les correspondances  Todo lo que veo brillar son las
                                                                  [luces de los enlaces del metro
Parfois je rêve je divague                          A veces yo sueño, divago
Je vois des vagues                                    veo vacío)

Hoy no conozco a nadie más clásico que él, heredero y portador de la chanson française, como si se tratara de un fuego prometéico, llevándola al rock, al disco, al reggae, como su Masellesa destronada, más clásica que todo lo anterior, de él, un francés por casualidad o por obligación de vivir.

Sin embargo, musieur nunca estuvo loco, nunca fue un exagerado, siempre tuvo los pies más en la tierra que los ángeles que él amaba.

En realidad todo era mentira, un cuento, una película de Joann Sfar

Gainsbourg nunca existió, era simplemente Lucién niño que soñaba con ser Gainsbourg, con ser la cabeza de col, con Melody Nelson y Gainsberre, con ser un muerto enfermo del corazón el año 1991




*La letra corresponde a extractos de esta canción


Bonus track:


Je t'aime... moi non plus




Je bois (Boris Vian)





C'est tout

sábado, 11 de septiembre de 2010

Envejecer cool electrónicamente: Losing My Edge - LCD Soundsystem.

"I hear everybody that you know 
is more relevant 
than everybody that I know"
LCD Soundsystem - Losing My edge


Losing My Edge: comentarios de Murphy sobre la canción, letra y traducción aproximada.

En general, nunca he sido un particular fan de la electrónica, me gustan ciertas bandas, ciertos dj's, ciertos temas, pero mi alma rock no me dejaba entrar a una fiesta rave o a un festival como lo era antaño Sonar, en Barcelona. Ambas constituían una experiencia insoportable, me era imposible entenderlo sin paraísos artificiales, hasta que me topé con LCD Soundsystem, y sobre todo, con su primer tema: Losing my edge.

El tema me dejó impresionado, no sólo por su carga de psicodélia, no sólo por su carga rock -a pesar de que es evidentemente un tema electrónico-, sino por el contenido de la letra en conjunto con el acompañamiento musical.

La canción es vieja, data del año 2002, cuando el autor tenía probablemente (aún no sé su edad con certeza y espero no saberla, como tampoco si es el único autor) 32 años, y fue lanzada como single.

En ella que quien habla ya se siente viejo, que el tiempo se le estaba pasando como se nos pasa a todos, pero no en un sentido como lo efímero de la vida o la muerte que se acerca, sino de algo que creo va mucho más allá. No es tampoco esa mentada “middlelife crisis”.

El tema, me parece, tiene que ver más con la sensación de añejo, de lo que se nos convierte en algo de otra época, pero reconocible. No me refiero a ese sentimiento existencialista del objeto para la vida, de la existencia de Dios, de mi apego a la vida; hablo más bien de un departamento empapelado, en el que podemos reconocer que el edificio pertenece a la década de los sesenta, y que el papel de las paredes pertenece a finales de los setenta, pero que no soportó el tiempo y el edificio se hizo anacrónico entre los demás, las habitaciones siguieron vacías por mucho tiempo y el sol quemó las paredes logrando que muchas de las puntas del empapelado cayera y se borronearan los colores transformándolos en un amarillo desteñido. Pero todo eso sigue en pie, rodeado de edificios nuevos, siendo útil pero sin uso a causa del mismo anacronismo. Tampoco será considerado una pieza de museo porque es igual que todos los demás edificios, sin una noción de identidad, un circo romano en ruinas, que no es el Coliseo, una torre inclinada que no es la de pisa, en suma, la última casa en pie de todas las casa de una villa, exactamente iguales, aunque esta haya sido la mejor villa de las villas de todas las épocas.

Así creo que la canción representa un alegato de quienes fuimos y quienes somos, como dinosaurios vivos inútiles, aunque hayamos sido los mejores de nuestra época, cosa que irremediablemente funciona como un edificio de pie, útil pero vacío.

La canción dice: estuve ahí el 68, el 74, el 88 en Ibiza; fui el primero, fui el mejor, pero ahora todos me están dejando atrás, fuera de onda.

Porque aunque todos seamos parte de la ola que viene, la hayamos creado, hayamos navegado en ella, inevitablemente reventará sin nosotros. Nuestra propia ola, la que reventó con nosotros, la hicimos reventar hace años, siglos nos puede llegar a parecer. Y, a pesar de todo, Murphy y compañía, con esa queja, a los supuestos 32 años –quizás 30- hizo reventar una ola y ahora navega en otra. La queja por lo tanto era cínica, o tal vez pensaba que hacía lo último y que su ola hace tiempo había reventado u otros la hicieron reventar.

Pero eso es lo de menos. Puede que todo lo que acá esté dicho esté mal.

Sea cómo sea “the kids are comming up from behind”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Por qué todos odiamos a Banksy?
(Tercera parte y Final: The answer)

Entonces, por qué odiamos a Banksy?















Tal vez porque todos nosotros hemos escondido aquello que nos atrae de los niños de pintados en las paredes; de la naturaleza; de lo primitivo; y, por tanto, queremos esconder aquello que somos también, aquello que nos hace vulnerables: queremos alienarnos del dolor propio y proyectarlo en quienes todavía lo sufren para nuestro propio alivio -siempre habrá alguien en peores condiciones que yo... ¡qué alivio!-.

Todo en Banksy es nuestra propia realidad moral y ética que destruye lo que nos rodea y nos aleja de lo que podríamos llegar a ser. Relativiza absolutamente el progreso, la caridad, el sufrimiento, en definitiva, una serie de valores que consideramos correctos, pero que sin embargo nos han llevado a cosas como estas:





Así, también, todo en Banksy nos restriega en la cara nuestros sutiles olvidos, nuestro entrar absolutamente en un juego que nos va a matar, que va a matar a nuestros niños y que no queremos ver, porque es más fácil reír y pensar en el buen chiste que nos muestra, en una crítica lite a la sociedad, y no ver que todo eso que está ahí, que fue, es y será nosotros. Todas las paredes que están a nuestro alrededor somos nosotros
y él se gana la vida a costa de ellas, a costa de nuestra estupidez.

La esperanza que nos queda es tratar de entender lo que dicen las calles de las cuidades donde vivimos y hemos vivido, desnudar el concreto, mirar de frente a la gente que nos cruza y mirarse a sí mismo dentro de este micromundo que consideramos nuestro -me refiero a nuestra propia vida-, y ver si podemos vivir con el peso de nuestro propio reflejo.





Si fuéramos concientes de eso, todos odiaríamos a Banksy. Pero, a lo sumo nos causa envidia que critique al sistema y lo use para su propia supervivencia. A eso, NOSOTROS, lo llamamos contradicción. De todas maneras lo odiamos ¿o no?







http://www.banksy.co.uk/
(FIN...)

sábado, 28 de agosto de 2010

Por qué todos odiamos a Banksy?
(Segunda parte: The land of the bro-ken dreams)

 “Come hither! bury thyself in a life which, to your now equally
abhorred and abhorring, landed world, is more oblivious than death”
Herman Melville.
Moby Dick or the White Whale. CX
I


Más allá de la risa, de la ironía y del sarcasmo está otro Banksy, uno más inocente que al parecer no cree en el mundo, pero pone toda su fe en él. Y me refiero a FE, algo en lo que racionalmente no podemos creer, pero que se aloja en alguna parte de nosotros –el corazón si se quiere-. Y es a la vez, esta misma fe la que produce la desazón de sus niños y hombres retratados, porque muchos de esos seres han perdido la esperanza, la inocencia o, por el contrario, la mantienen.

Lo que predomina en la obra de Banksy son los niños; los hombres y mujeres solitarios y tristes, o a punto de ser despojados de algo; lo primitivo, ya sea en forma de hombres primitivos o de naturaleza cruda; los objetos que desnudan la realidad en la que vivimos; la autoridad –en forma de policías o soldados-; y, finalmente, las intervenciones a obras clásicas. Sin embargo, lo que más me interesa es lo que no está relacionado con estos dos últimos puntos, es decir, todo lo que tiene que ver principalmente con la inocencia y la pérdida o recuperación de fe.











Los niños nos miran de frente. (no estamos perdidos)


Casi todos los niños que pinta Banksy están enfrentándose a algo, están cometiendo acciones, están de una u otra manera reb(v)elándose, estableciendo un caos, poniéndose a todo lo que somos a todo lo que son. No obstante, por momentos, pareciese que estos mismos niños se están haciendo cargo del anhelo de cada uno de nosotros, una suerte de retorno a esos juegos, casi sin maldad, pero que pueden caer en ella en cualquier momento, una suerte de paraíso perdido, pero sin lo infernal de William Golding, sino solo una especie de caos inocente que nos llamó en algún momento.

De todas maneras, es cierto que muchas de estas visiones de niños son desesperanzadoras, ya que la mayoría de ellos se encuentran en un mundo de adultos, liderado, vivido y pervertido por ellos, lo que provoca en nosotros la ternura de la inocencia perdida dentro de esta perversión: niños vestidos de adultos, jugando con cuestiones que no les está permitido, acercándose al peligro de lo que todos nosotros somos: viejos faltos de algo más puro, de una inocencia perdida en algún punto del camino a la maduración.


Y a pesar de todo lo anterior, ellos justamente son la esperanza, y no porque representen al “niño que todos llevamos dentro” o porque sean “el futuro del mundo”, porque no lo serán: el futuro que le espera al mundo está dominado en un eterno presente por los adultos, que pueden ser aún inocentes, pero ya corrompidos por un caos disfrazado de orden, que no sabemos si pertenece a algo externo o interno –y definitivamente no somos necesariamente un buen salvaje-. Y es este mismo caos el que combate Banksy, porque prefiere que las hipocresías se diluyan en un caos; caos, sin disfraces de ningún tipo. A fin de cuentas, ellos son la esperanza porque ellos permanecerán niños por los siglos de los siglos, o por el tiempo que permanezcan pintadas esas paredes, y porque ellos, cada vez que pasamos de frente a esos graffitis, nos recuerdan que todavía podemos ser inocentes, aunque seamos adultos jugando con juguetes de adultos, con lo que ellos juegan sin perder esa inocencia porque una figura nunca podrá perder ni evolucionar nada de lo dado.

Así mismo funciona la naturaleza, lo primitivo, pero más que una vuelta a ello o a una inocencia perdida, nos acerca a un tipo de ingenuidad, como los animalitos que se acercan por curiosidad a una trampa y terminan muertos, pero nos reímos de esa ingeuidad. 
Los hombres frente al abismo 

Ahí están parados, siendo sometidos por sí mismos, condenados por un pasado y un presente que no vemos y definitivamente sin ningún futuro. Ahí están, sodomizados por lo que no fueron capaces de luchar o por no tratar lo suficiente, o simplemente están a la espera de caer en el olvido. Sentados, mirando para todas partes. Solos, luego de pelear guerras que sirvieron a otros. Y Ahí se encuentran con los niños, jugando con las mismas armas que jugaron los niños, pero con una inocencia, no perdida, con una ingenuidad, no olvidada, sino escondida, como todo lo que no queremos ver y que es aquello que Banksy nos quiere mostrar.

 




http://www.banksy.co.uk/
(Continuará...)

domingo, 22 de agosto de 2010

Por qué todos odiamos a BANKSY?
(Primera parte: The land of Anarchy)


“Sin embargo, todo siempre termina igual: llega el éxito y uno le vende los derechos a McDonald’s”
Carlos Piegari


Las últimas veces que ví a Banksy se me rompió algo dentro, como si en el camino se me hubiera caído la risa: desde la primera vez que ví uno de sus graffitis hasta que leí un post de Hooper escrito por un amigo se produjo la caída; y lo volví a mirar, un poco más de reojo, no tan de frente.

La primera vez que ví a Banksy me hizo reír, me entretuve y consideré que los graffitis que hacía lograban de alguna manera un cometido mayor que cualquier ensayo de crítica social, pero no lograba llegar más allá de lo que me provocaban a primera vista: una sonrisa… y a veces indignación. Sin embargo, ayer eso dio paso a la desazón.

Y no voy a referirme a su aparente contradicción entre su ideología en cuanto obra y lo que hace en su vida – ha vendido diferentes obras en subastas en las que ha alcanzado altos precios, ha trabajado para la marca Puma y MTV, como también lo ha hecho para Greenpeace-, ni menos en su recepción.

…Pero hay que partir necesariamente, en su obra, por lo primero y más evidente: la carga de ironía y crítica que hay en sus obras, ya que cada una de ellas se inserta no sólo en lo que podríamos considerar un arte anárquico, sucio, de crítica social, político y políticamente incorrecto, sino también como un arte que huele a sublevación, una nueva vanguardia, si se quiere, pero hasta ahí llega el manifiesto y la forma.

Porque todos nos podríamos reír con Banksy o mirar sus obras y pensar “eso me lo llevo puesto, lo imprimo en una polera –camiseta, remera o franela- y lo uso en la playa”. Es que parecen originales, parecen una humorada. Como si los dibujantes de viñetas de los diarios se hubiesen escapado de los periódicos y se hubiesen puesto a pintar en la calle.


La segunda impresión que puede causar es sorpresa. Porque interviene el material con el que trabaja. Como decía en un post anterior, hoy ha desaparecido el “Oil on Canvas” como soporte principal de los pintores o dibujantes y se ha extendido a todos los soportes, y en este caso el soporte es la ciudad, o más bien dicho, la urbanidad, como construcción humana opuesta y superpuesta a la naturaleza. Pero no sólo eso, sino que, además, interviene justamente su soporte, del que saca partido como en las imágenes que se muestran a continuación.




Utiliza la misma cuidad como parte de la obra, como si ella misma le diera la excusa para interactuar ahí, en medio de todo, para que también la gente interactúe con su propia obra, un arte no de intelectuales sino un arte de a pie. Y es por eso que tal vez que su arte sea considerado anarquista, porque interviene el orden de la ciudad, como si quisiese mostrar el caos permanente en el que vivimos, disfrazado de un orden feroz. Una cárcel disfrazada de libertad.

Pero puede también que su anarquía sea considerada tal por sus problemas con la autoridad: un graffitero trabaja de noche a escondidas porque lo que hace esencialmente es algo así como la remodelación de la propiedad privada para el uso de una expresión identitaria –justamente juega con la expresión de lo identitario y lo privado, cubriendo su rostro y tratando de que toda su obra sea colectiva, no sólo en su creación, sino también tratando de eliminar su propiedad, más allá de su pseudónimo, toda su obra… entregándola a la gente-  o, en otras palabras, la destrucción de la propiedad privada o pública por un acto vandálico. Lo que ocurre es que en el arte rupestre esa expresión no tenía que ver con la propiedad pública o privada, sino solo con la expresión de lo que se veía o sentía porque no había modo de hacerlo de otra manera, más que en las piedras, paredes de cuevas o la tierra. Hoy, sin embargo, no hay otra manera para quien no tiene recursos ni mucha educación, que acceder a un “Oil on Canvas” en el suelo o en cualquier pared. Así, el graffitero tendrá que trabajar siempre de noche, enfrentando a la policía o cualquier autoridad que lo quiera enfrentar, y de ahí, quizás las figuras de autoridad y de anarquía que aparecen en sus obras.



 •
Ahora es el turno de la crítica social que pareciera ser el fin último de la obra de este autor, porque aquello que los graffitis de Banksy tratan de mostrar tiene que ver, en muchos sentidos con la decadencia de la sociedad en que vivimos. Y aquí, no hay mucho más que decir, es preferible ver sus obras...

 











http://www.banksy.co.uk/
(Continuará...)

miércoles, 18 de agosto de 2010

La exhibición del derrumbe total

Imagen extraida de Liniers: Macanudo

Desde que llegué esta segunda vez a Barcelona he estado atento a las noticias de Chile y de España, de Catalunya principalmente, en conflicto constante con la administración central del gobierno.
Aquí ví nevar por segunda vez en mi vida -no debiesen considerarlo una extrañeza considerando que crecí en medio del desierto-, y la nieve más que la lluvia, tal vez por lo extraño o lo nuevo, acarrea nuevos significados -quién podría pensar en un desierto que desde el cielo puede caer agua congelada-, ME acarrea nuevos significados.
Y ahora cambio el blog, pero no es solo un cambio de imagen, en el cual todavía estoy trabajando, sino que he dado cuenta de lo inútil que es estar tratando de hacer cosas como reseñas lúdicas, en las que intento algo de reflexión. El ejerciccio a estas alturas me parece vacío, no tanto de significado, sino más bien de algo que está más abajo, más profundo si se quiere, como falto de afectos, de algo menos concreto, pero a la vez más cotidiano. En pocas palabras este blog cambiará completamente, no necesariamente a algo más personal, no necesariamente hacia otras cosas que no sean reseñas y definitivamente NO a mi vida personal. Digamos que vamos a dejar que esto funcione como todas las cosas en general funcionan, dejando que la máquina empiece a chirriar y bufar como lo hemos planificado, pero a la vez descubriendo sus nuevos usos, no imaginados ni previstos.Quizás sea un poco buscar, buceando en el vacío, algo a lo que me pueda asir. No quiero decir con esto que espero que quienes lean se sietan identificados, o convertirme en algo como un libro de Autoayuda, al contrario, lo que quiero... pero es que yo tampoco tengo tan claro lo que quiero hacer, es decir, tengo claro el camino que me he trazado, pero no sé realmente dónde me va a llevar. Es más bien como el niño que vive en un pueblo pesquero y siempre mira el mar queriendo ser pescador, como su padre, pero no quiere usar el barco de su padre, ni siquiera quiere un bote de pescador, simplemente una balsa que lo saque de ahí y lo lleve en una corriente que sabe hacia dónde se dirige, pero no tiene idea dónde desemboca. Como Dorothy siguiendo el camino amarillo sin esperanza de Mago, sin querer encontrar al Mago y esperando no encontrarse idiotas como el león, el espantapájaros y el hombre de lata, que para eso tenemos inundadas las calles de eso y mucho más.


Hoy, creo, se inicia la exhibición del derrumbe total.