lunes, 29 de noviembre de 2010

El hombre invisible v/s la mujer invisible



Hace unos días tuve una discusión virtual con una serie de mujeres que se decían a sí mismas Feministas. Yo también me digo a mí mismo feminista, pero en la acera contraria, desde mi dimensión de hombre ¿Por qué? Simplemente porque me es imposible, en esta vida, ser y sentirme como mujer.

Pero esto es secundario a estas alturas, porque en esa discusión nunca tuve siquiera tiempo para demostrar que tenía razón o para que la contrapartida demostrara mi equivocación, simplemente fui reducido a un montón de escombros emocionales, porque yo era incapaz de entender lo que era sentirse invisible, y por ende, todo lo que dijera quedaba invalidado, a nivel racional, porque a nivel emocional me era imposible entender.

Entonces caí en cuenta: estamos solos.

No vale la pena que empiece el discurso con el individualismo al que nos han llevado las filosofías postmodernas, ni que la gente bienpensante (a fuerza de puro discurso) de izquierda o derecha (eje obsoleto a mi entender) quiera lo mejor para todos, aunque solo piensen en sí mismos, escondiéndose en un discurso que tan repetitivo se vuelve vacío. Algo así como un “te amo” que de tanto repetir se gasta, así como el nombre de una calle, que de tanto repetirlo se vuelve calle antes que General del Congo Estrecho.

Entonces la gente se esconde detrás de lo que consideran que han hecho mal con ellos, que todo el mundo o está con ellos o en su contra, porque no logran entender que hay otro en la vereda del frente que lo puede estar pasado mal en otro sentido. Si no es en el sentido que uno piensa que es, no existe. Nadie existe además de mi. YO, YO, YO, YO.

Pensé ¿Es que acaso no se dan cuenta que yo he sido invisible también?¿Que he sido pisoteado libremente por esos que dicen defender la libertad de opinión y la fuerza de los argumentos?¿Es que si no son argumentos en de sus propias creencias no hay pensamiento o sentimiento que valga?

Yo soy mi mundo y lo que me rodea. Yo lo fundo. Yo lo creo. Yo soy el Demiurgo de mi propia realidad. ¿Es que acaso somos responsables de todo un mundo para llevarlo a cuestas?¿Es que acaso somos tan soberbios que no reconocemos (re-conocer) al otro sino en función de mí mismo? Pero es que ni siquiera se trata de eso, sino simplemente de reconocer internamente que el otro puedo ser yo mismo. Que mí mundo es tan válido como el de cualquiera. Que todos somos egoístas y prejuiciosos. Eso lo tenemos todos. Eso nos hace iguales.


domingo, 7 de noviembre de 2010

Dios está en cada una de las entrañas de las vacas que van al matadero... esperando por salir. (Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut)

“¿Y qué dicen los pájaros?
Todo lo que se puede decir
sobre una matanza; algo así como
«¿Pío-pío-pi?»”

Una vez caminé por el cementerio de la ciudad en la que crecí. Esta se encontraba en medio del desierto, así que nunca estuvo muy poblada, excepto por los últimos seis años en los que no he ido.

Y es por eso, tal vez, que solo había tres cementerios no muy grandes, cementerios a la antigua, y un parque para el reposo de las almas (lo que se entiende actualmente como cementerio).

Una de las cosas curiosas de estos cuatro cementerios, es que, por más que busqué dentro de la ciudad nunca encontré el cementerio número 2, y lo busqué mientras caminaba por entre los demás cementerios. Así estuve hasta que alguien me dijo que ese lugar de reposo, así dijo, había sido destruido hace más de veinte años y sobre el habían edificado casas.

La otra curiosidad tiene que ver con la poca “gente” que poblaba esos lugares, porque siempre encontraba nichos vacíos, a pesar que muchas de las tumbas que habían databan del siglo XIX y que habían pagado su lugar a perpetuidad, por lo que no podían ser removidos… perdón, sus restos no podían ser removidos nunca más por el resto de la eternidad. Los demás, lo otros restos, iban a un crematorio que había al fondo del lugar donde eran incinerados todos los “desechos” de las tumbas, así se hace más lugar para los muertos más frescos que llegaban al lugar, y que tenían deudos que podían mantener sus tumbas. Es decir, la sobrepoblación de muertos de una cuidad no la lograba ver por su poca población; porque uno de los cementerios había sido destruido; el otro reciclaba los espacios; y el primero de los públicos, el número 1, donde se enterraban los primeros muertos que no tenían en su cuerpo a Dios –a los demás se los enterraba en la iglesia y sus alrededores-, era un monumento nacional que no podía ser tocado.

Y es aquí donde entra Vonnegut en oposición a Lanzmann, Levi y Frankl, entre otros, y posicionándose un poco en la misma línea de Imre Kertz. Esto porque Billy Pilgrim, protagonista de Matadero Cinco, de este autor, vive la Segunda Guerra, no como un sobreviviente de un campo de concentración ni como un soldado, sino como el ayudante de un sacerdote que nunca encontró, sin armas y vestido de civil. Así presenció la carnicería de Dresde.

Y, a pesar de lo atroz que fue la matanza de Dresde, tan atroz como cualquier matanza –como la Shoah, como los GULAG, o como los experimentos de los chinos sobre su propia población-, el problema queda para los vivos, nunca será un problema para los muertos. Ellos ya están en otra dimensión de cosas, sin necesariamente un cuerpo material, si es que se puede decir así, con el que sufrir. A ellos ya no le preocupa el dolor, por lo menos como nosotros lo conocemos, y si hemos sido buenos en nuestra vida y creemos en algo superior, puede que en ese estado hasta estemos mejor de lo que estábamos en vida.

El problema de los muertos es para los vivos, todos esos que vieron la matanza y el sufrimiento, que tienen algo de conciencia y que, a su vez necesitan descargarla de alguna manera.

Yo no he visto muertos. Yo no he visto la carne humana destrozada, chamuscada o a colgajos desde un hueso o parte de él. Yo no puedo sentir lo que Vonnegut o Frankl, me es imposible, aunque quiera empatizar, son experiencias humanas que no están a mi alcance, y sinceramente espero que nunca lo estén.

Theodor Adorno dijo que después de Auschwitz es una barbarie escribir poesía, entonces somos bárbaros. Porque no se puede negar que nos hemos mantenido adelante a pesar de eso.

Y por eso es que nuestra memoria es tan frágil, porque es parte de lo que tenemos que hacer para seguir viviendo.

Los Trafalmadorianos, raza extraterrestre que aparece en este libro, le dice a Billy que conocen todo el tiempo y lo ven todo: desde el inicio del universo hasta la desaparición del mismo, y aunque saben cómo se destruirá y tienen forma de evitarlo, no lo harán, porque el tiempo es un eterno presente en el que todos están muriendo y sufriendo, pero en el que, al mismo tiempo, todos están vivos y felices. Los muertos están muertos para nosotros porque no podemos ver que siguen vivos y felices en el instante que siguen así, un instante de presente eterno, en otro tiempo. Y la idea de que eternamente siguen sufriendo es la idea de que ellos siguen así, sufriendo muertos.

Entonces, más que culpa por estar vivos, los hombres debiesen estar agradecidos que los demás los hayan dejado estar vivos o tienen como alternativa creer que podrían hacer algo por ese eterno presente de sufrimiento o culparse por no estar muertos y cargar con todos los muertos, y sufrir eternamente un presente que quedó en el recuerdo.

La última alternativa es el suicidio.