sábado, 18 de diciembre de 2010

4’ 33’’: la constitución de todo lo que no existe a pesar de estar ahí. (meditaciones inconexas)

Los árboles suenan cuando caen; una ambulancia con las balizas encendidas significa que va hacia alguien que puede morir o lleva a alguien en peligro. Y si solo escuchamos el sonido del árbol, sin árbol, sin saber siquiera que se trata de un árbol cayendo, simplemente el sonido. Entonces aparece una cáscara vacía, un huevo sin yema nadando en él, un hombre con la mente en blanco, una momia. Esa es la mejor forma de describir cualquier cosa.

Así todos los días nos levantamos como si hubiese algo a lo largo del día, como si supiésemos que ese día veremos el sol ponerse y respiraremos, hasta que dejemos de hacerlo, sin pensar que dejaremos de ver formas y escuchar sonidos, como si ese porvenir fuese un eterno futuro en el cual siempre estaremos incluidos. Y es que cuando no estemos desaparecerá lo que somos, lo que tuvimos, no quedará absolutamente nada o quedará eternamente todo, pero el peso de nuestra propia forma, su masa metafísica, si es que puede llamarse así, habrá pasado, se encontrará totalmente desequilibrada, nuestra vida no será más que la repetición de un momento vacío, de un árbol que sonó en el bosque sin que nadie estuviese ahí para escucharlo. La enunciación de la creación del mundo por parte de un demiurgo.

La paciencia, así, solo existe para llegar a un momento que hemos perdido para siempre y que anhelamos de regreso o esperamos que se pierda en los pasajes de nuestra inconciencia. Porque, al fin y al cabo, siempre tendemos a desaparecer y que de nosotros solo queden huellas de formas que nunca se corresponderán con nada de lo que realmente somos o queremos.

Todas nuestras voliciones se vuelven hacia nosotros como un deseo incumplido y que desea cumplirse, y cuando es cumplido o se lo desea nuevamente hasta el infinito o ya pasó y dejó de ser necesario.

Ahí estamos todos, repitiéndonos a nosotros mismos como si existiéramos en un tiempo diferente al nuestro. Pero no se pueden vivir las cosas de otra manera, somos siempre un ser dislocado en el tiempo –descontrucciones temporales si quisiéramos decirlo postmodernamente-, añorando todo aquello que pasó y que vendrá.

Nosotros queremos viajar en el tiempo, queremos estar presentes en todo el universo, queremos escuchar y ver todo lo que nos rodea. Reconstruir el pasado y prever el futuro, manejar el presente y dejar que las formas permanezcan siempre. Nosotros nunca estamos en ninguna parte, porque ahí y cuando debemos estar, preferimos no estar.

Por lo tanto somos el sonido del árbol, sin árbol o el árbol cayendo sin sonido; somos una ambulancia corriendo sin sonido; somos un símbolo vacío con una raya en el centro.

Al menos somos algo: un caos organizado en torno al olvido de nosotros mismos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

A causa de la verdad



“El hombre que dice una verdad injuriosa
 por miedo a que no se salve
su alma si hace lo contrario,
debería pensar que esa clase de alma
 estrictamente hablando no vale la pena salvarla”
La decadencia en el arte de mentir – Mark Twain

“Y conocerán la verdad y la verdad los hará libres”
Juan 8; 32


Hace un par de días leí en El País de España que hubo dos muertos en un bar en Francia a causa de la franqueza… me causó gracia aquello de que la causa de muerte fuera la franqueza; es decir, se asumieron que la cusa primigenia de la muerte fue decir la verdad.

La noticia hablaba de tres hombres, según los informes, que estaban en un bar que ya había cerrado en los arrabales de París. Uno de ellos era el dueño y otro de los hombres era su amigo, el tercero era un desconocido del que, hasta el momento en el que escribo, no se sabía su identidad. Lo que sabían de él, por el testigo que sobrevivió, era que hablaba un perfecto francés, aunque con un dejo de acento extranjero, y  que parecía amable, los demás son datos que evidentemente maneja la policía: su estura, peso, manera en que iba vestido, etc. Una de las cosas que más llamaba la atención, según el testigo,  era el carácter del hombre, que se mantenía sereno incluso cuando estaba a punto de morir y que nunca, por más difícil que fuera la situación, se tornó violento.

Los hechos, según cuenta la noticia, basada en el informe policial, con la ayuda del testigo y datos de la investigación, se desarrollan luego que el bar cierra. Dentro de él quedan los tres hombres, los dos amigos y el tercer hombre, ya bastante borrachos, dispuestos a estar ahí hasta que amaneciera, yendo de una conversación a otra mientras se servían diferentes tragos. Así estuvieron hasta pasadas las 5 AM, momento en el cual el dueño del bar le pregunta al desconocido que qué opina de su mujer. El desconocido contesta que es imposible que conteste esa pregunta porque no la conoce. La conoces, le dice el dueño, es la mujer a la que le estuviste coqueteando la mitad de la noche. Cuando el dueño termina la frase, el desconocido suelta una carcajada y contesta que no le estuvo coqueteando, que simplemente quería conversar con alguien y es más fácil con hablar con una mujer que con un hombre, y que, contestando a su pregunta, le parecía una de las mujeres más feas que había conocido. El dueño del bar y el testigo quedan anonadados (sic) por la respuesta, porque precisamente todos creían que la chica era una de las más lindas y, acto seguido, le piden al hombre que repita lo que dijo y por qué cree eso. “Porque es la verdad”, contesta.

Hasta aquí la historia parece más bien una tomadura de pelo o una noticia inventada, algo de la prensa roja. Pero lo que me llamó la atención realmente de la noticia, es lo que viene después.

Entonces habla el dueño del bar y le pregunta al hombre que si esa es la verdad, por qué ninguno de sus amigos se lo había dicho alguna vez. El hombre contesta preguntándole si conoce el cuento del traje del rey, y que la cosa funciona más o menos así, con la diferencia que sus amigos ni borrachos le dirán la verdad, porque él les regala tragos. Luego le pregunta si quiere a la chica de la que habla. El dueño detrás de la barra contesta que sí, y el otro responde de vuelta que con mayor razón sus amigos le mentirán, "así eres feliz tu y los haces felices a ellos". “¿Y si mi felicidad es que me sean francos?”. “Entonces desde ahora serás un amargado de mierda”.

El dueño se altera, camina de un lado para otro insultando a sus amigos y a la vida, y finalmente saca un arma que tenía bajo la barra, la salta, toma al hombre por las solapas y le exige la verdad. Es esa, le responde el hombre, pregúntale a tu amigo. El me mentirá, y no estoy dispuesto a llevarlo en mi conci… La pistola se disparó y esparció la cara del hombre, a través de su nuca a lo largo de todo el wurlitzer. Acto seguido dijo, según el testigo: “No me queda nada”, y se dio un tiro.

El testigo se encontraba todavía en estado de shock al momento de la declaración.